Los Robin Hood de los suelos

Hay una decena de héroes sin enmascarar que rescatan cada día baldosas hidráulicas de los sacos de escombros. Las salvan con el foco de Instagram y les dan una segunda vida

BALDOSAS barceloneando

BALDOSAS barceloneando / periodico

ANA SÁNCHEZ / BARCELONA

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Los transeúntes lo miran buscando de reojo una cámara oculta. Un tipo escarba en un saco de escombros con la dedicación que le pondría Indiana Jones en una de sus ruinas con tesoro. “¿Tienes más de esto?”, pregunta con tono de estraperlo a uno de los obreros que baja los cascotes. Le señala una baldosa hidráulica polvorienta que ha encontrado en el saco. “Van saliendo”, responde el obrero. “Van a salir muchas, muchas”. Al día siguiente aparecerá en Instagram un vídeo de un contenedor repleto de mosaicos. Cientos. “Bufet libre en Torrent d'en Vidalet”, titula la captura The Tile Hunter (el cazador de baldosas), como se hace llamar en Instagram el tipo que escarba en los sacos. “Qué pena –comentan sus seguidores-, deberían estar protegidas”. “Lo están –responde él-. Yo las protejo”. Y no es el único Robin Hood de los suelos hidráulicos que campa por Barcelona.

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Joel –así se llama The Tile Hunter en la vida real- rescata baldosas hidráulicas de las calles desde hace algo más de dos años. Acumula más de 6.000 mosaicos, calcula; 487 modelos. Los tiene repartidos entre su piso, algún almacén, incluso en casas de amigos. Ya busca baldosas con adicción de yonqui. Su novia, al lado, asiente resignada. Lo más curioso, añade ella: “La cantidad de gente que conoce a raíz de esto. Se crea una comunidad”.

El cazador de baldosas se disculpa por si le llaman y tiene que salir corriendo, como los médicos de guardia. Sale pitando en cuanto le avisan de un saco con premio. Estos rescatadores tienen una red de espías que ni los rusos en la guerra fría. Aunque Joel descubre muchas sin ayuda. Es productor audiovisual, pero “por circunstancias de la vida”, cuenta, trabaja pateando en bici la ciudad. “Y estoy mucho en contacto con las obras”, añade. Pedalea 40 kilómetros al día. Los mejores barrios: “Ciutat Vella y el Eixample”.

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¿Su meta? “Un proyecto colaborativo para promover la conservación de la baldosa hidráulica”, apunta. Acaba de abrir un canal de Youtube y prevé añadir una web, un club, catálogo y documental, además de una tienda ‘online’. Ya ha empezado a fabricar junto a su socio artista, Pedro Verón, ‘Cartoncico’, relojes baldosas: Tile O’Clock. Su padre y su abuelo eran relojeros. Además, cada primer fin de semana de mes, promete, practicará ‘tilecrossing’ (su versión del ‘bookcrossing’). Esconderá baldosas enmarcadas por la ciudad y dará pistas en Instagram. A partir de abril.

80 KILOS DE BALDOSAS EN LA MOTO

“Las baldosas hidráulicas se han puesto muy de moda”, asiente Alberto con panorámica de veterano. Cuando él empezó a salvar mosaicos, recuerda, ni siquiera encontraba información en internet. Eso era hace 8 años. Ahora hay más de un millón de fotos en Instagram etiquetadas con el 'hashtag' #tiles (baldosas, en inglés).

Alberto lleva siempre tres bolsas en la moto. Es decir, que a veces va con 30 baldosas encima. Eso son 80 kilos. “La pobre moto sufre bastante”, se ríe. Cualquiera puede dar fe en el almacén de su estudio de arquitectura, Twobo, también sede de su marca, Fragments Bcn. Hay miles de baldosas en proceso de resurrección. “La cueva de Alí Babá”, la presenta María. Es como si entraras en la cámara secreta de la tumba de un faraón modernista.

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Hace 8 años que los arquitectos Alberto Twose, María Pancorbo y Pablo Twose le dan a las baldosas rescatadas “una segunda vida”, que dicen ellos. Venden sus Rescued Tiles enmarcadas (85 €), con soporte individual (Instant Table, las llaman) y en formato mesa. Cada baldosa incluye un certificado con la procedencia y los años en que fue colocada y rescatada.

No son los únicos que reciclan. Se pueden encontrar baldosas centenarias en el catálogo de Mesa Bonita o en Amanivela Mobles, por ejemplo. Alberto calcula que hay una decena de rescatadores rastreando la ciudad.

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“Barcelona es la cuna de las baldosas hidráulicas”, asienten los tres arquitectos. Hablan con devoción de anticuario. “Son tan buenas que aguantan hasta que las tiren al contenedor”, dice Alberto. “Y aunque tengan mucha porquería, se pueden pulir”, añade María. “Tienen 2 o 3 milímetros de color”.

“Nuestra idea –apunta María- es mentalizar a la gente de que tienen un valor histórico importante. Que no las tiren”. Pero las tiran. Solo hay que ver su Instagram. Tanto ellos como Joel airean en la red la dirección de los sacos con baldosas que van encontrando. “Se trata de que no desaparezcan –dice Alberto-. Porque el saco se va a una planta de triturado”.