Héroes de la Rambla

El corazón de la emergencia

EL PERIÓDICO retrata la labor de los cuerpos e instituciones involucrados en la gestión de la emergencia del 17-A a través del relato personal de los que estuvieron en primera línea

Mauricio Bernal / Barcelona

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Habrá pocas personas que den por exagerado el uso de "impecable" como adjetivo para calificar la labor de los cuerpos e instituciones involucrados en la gestión de la emergencia del 17-A. A pocas horas de la manifestación en Barcelona que encabezarán integrantes de esos colectivos, EL PERIÓDICO ha querido retratar su labor en los relatos personales de los que estuvieron el día de los atentados en primera línea de la atención a las víctimas. Un guardia urbano, un médico del SEM, el jefe de Urgencias del Hospital de Sant Pau, una voluntaria del servicio de asesoría psicológica de la Cruz Roja, un taxista y un barrendero municipal cuentan cómo arrimaron el hombro ese día y los siguientes para que la tragedia lo fuera menos.

Marc, guardia urbano

El agente Marc, asignado a la comisaría de la Guardia Urbana de Ciutat Vella, patrulla con su compañera Anna por detrás del mercado de la Boqueria –buscan a un carterista– cuando entra el aviso de que una furgoneta atropella gente en la Rambla. Enseguida se dirigen allí. En el brevísimo lapso que les toma llegar ya saben que es un atentado terrorista, y cuandodesembocan en dirección contraria por la calle Hospital se encuentran de frente con la gente que huye despavorida del lugar. “Lancé la moto al suelo, no hubo ni tiempo de poner el caballete”, dice él.

Son los primeros en llegar: allí está la furgoneta, parada, echando humo por delante; y gente, mucha gente en el suelo. Marc saca su arma y se asegura de que no hay amenaza a la vista, y en ese momento se produce un cambio en su interior. “En cuestión de segundos pasas de ser policía a ser persona, olvidas todos los consejos policiales que te han dado y empiezas a atender heridos”. Los consejos policiales mandan que se cerciore si hay algo o alguien en la furgoneta, pero el agente Marc no puede evitarlo y se pone de rodillas para ayudar. “Me daba lo mismo, había gente muy grave que necesitaba ayuda. Me agarraban, me tiraban de la ropa”. Marc se inclina sobre una mujer que yace inconsciente e intenta reanimarla, pero se da cuenta que está muerta. A un señor que hay al lado también intenta reanimarlo. “Con la impresión de que si dejaba de hacerlo se iba a morir. Solo le pedía era que se quedara conmigo”.

Su parte más humana ayuda a las víctimas mientras su parte de policía no deja de mirar de reojo la furgoneta. Va de herido en herido, ayudando. “Había una mujer mayor en el suelo. Su marido estaba a pocos metros, muerto, y mientras yo le limpiaba con agua la cara ella solo preguntaba por él. Yo solo pude decirle que tenía unos ojos azules muy bonitos, y entonces ella sonrió”. La comisaría de Ciutat Vella está tan cerca que para entonces hay guardias urbanos por todas partes, los compañeros de Marc. “Yo tuve la suerte de estar cerca y llegar enseguida, pero todos dimos ese día el 200%, todos, lo que importa no es lo que yo hice sino lo que hicimos todos en el cuerpo”. Después de atender a los heridos de la Rambla, Marc entra con otros agentes en una tienda donde se ha refugiado un grupo. “Allí adentro había dos heridos graves, y recuerdo que había un niño de 11 años. Solamente para que no viera todo lo que ocurría a su alrededor le puse mi gorra en la cabeza”. El rastro del niño lo perdió después, pero al cabo de dos días lo vio por televisión, en el hospital, saludando al Rey. Entonces cogió su moto y se fue a verlo.

Manel Riudor, médico del SEM

El jueves 17 por la tarde el jefe operativo y asistencial del Sistema d’Emergències Mediques (SEM) en Barcelona Manel Riudor se encuentra en la calle de Sant Quintí atendiendo una alerta por incendio. Es parte de su trabajo, controlar los servicios complicados, brindar soporte a las unidades que necesitan ayuda. Entonces entra el aviso de marras. El vehículo del SEM en el que se moviliza con un técnico sale disparado hacia la Rambla, llega por la calle de Pelai y baja por la calzada lateral. “Al llegar nos encontramos ya a la primera unidad que se había presentado en el lugar y que estaba en el extremo norte de la Rambla. Lo que hicimos entonces fue hacer un recorrido rápido desde allí hasta el Liceu para saber qué había, a qué nos enfrentábamos. Fue muy impactante: encontrarte esa cantidad de heridos en la Rambla, que normalmente es un sitio de vida, de bullicio, de color... Fue muy impactante”.

De ese primer vistazo desde el coche el doctor Riudor saca sus primeras conclusiones; luego se baja y hace una inspección a pie. “Entonces se montaron dos áreas médicas, y a partir de ahí se procedió al 'triaje' y al traslado de los heridos a los hospitales. Las ambulancias iban y venían, iban y venían. Pero había mucha coordinación y en una hora y cincuenta se había hecho el traslado de todos los heridos”. Estuvo todo el tiempo ahí el doctor Riudor, y aunque tiene 53 años y lleva 25 en el SEM y ha visto cosas terribles en la vida, antes de irse a casa pasó un momento por asesoría psicológica. “Ellos te dicen lo que te puede pasar después, y la verdad es que fue bastante bien. Siempre hay una imagen que se te queda, pero afortunadamente no de una manera patológica. Es normal, son imágenes contundentes. Pero intentas gestionarlo y no llevarlo a casa”. Intentó dormir, pero no pudo.

Miguel Martín, barrendero

Miguel Martín está barriendo el bordillo: cuando Younes Abouyaaqoub sube su furgoneta al paseo central de la Rambla, Martín está pasando la escoba por la acera de enfrente, la que da al Zúrich y a la boca de los ferrocarriles catalanes. Martín ve toda la escena: “Vi que la furgoneta hacía una maniobra un poco extraña y aceleraba. Yo instintivamente me subí al bordillo. Perdí la furgoneta de vista un momento, pero enseguida escuché un golpe y vi a una chica volando por los aires. Desde el primer momento vi era un ataque terrorista”. En el lateral de la plaza de Catalunya hay un vehículo de la Guardia Urbana, y mientras cruza la calle en dirección a la Rambla, Martín se da la vuelta y grita: “¡Furgoneta! ¡Kamikaze!”, o algo así; ya no se acuerda muy bien. “Mi primera intención fue ir detrás de la furgoneta. Pasé por encima de un herido, luego de otro, y entonces me di cuenta de que con la escoba no iba a ninguna parte y que tenía que atender a los heridos. Había gente muy malherida”.

Allí, al comienzo de la Rambla, Martín ve a una chica tendida en el suelo y a un hombre que parece su padre intentando reanimarla. Puesto que hace unos años fue voluntario de Protección Civil y sabe algo de primeros auxilios, inmediatamente advierte que lo está haciendo mal. “Fue un poco difícil apartarlo, pero había más heridos en su familia y en cuanto vio que yo estaba haciendo algo bien él se fue a atender a otro. Iba y volvía, iba y volvía”. La chica no respira. Martín, el hombre que andaba por ahí, el operario de limpieza del Ayuntamiento de Barcelona al que el azar ha puesto en este momento y lugar, le practica una maniobra de reanimación cardiopulmonar en el pecho y al cabo logra que vuelva a respirar. “La chica estaba muy nerviosa, entonces aparecieron unos agentes de la Guardia Urbana y se la llevaron con ellos”.

Entonces, Martín se levanta y echa un vistazo. “Sanitariamente vi que no podía hacer más”, dice. Pero no se marcha. Hace sol y hace calor y el suelo debe estar ardiendo, así que camina hasta las aceras laterales y vuelve con sillas y sombrillas para los heridos, o los que simplemente están en 'shock' y no atinan ni a dar un paso. “Luego vi el vehículo de unas compañeras más abajo y fui a ver si les había pasado algo, pero no era el caso. En ese momento ya me convertí en un transeúnte más y la policía me sacó de allí”. Martín tiene 37 años y últimamente tiene problemas para encontrar trabajo. Su contrato actual es de solo tres meses.

Ferran Caballero, jefe de Urgencias del Hospital de Sant Pau

Ferran Caballero, coordinador de Procesos Quirúrgicos del Hospital de Sant Pau, se encuentra este jueves al mando del servicio de Urgencias. Reemplaza al jefe habitual, que está de vacaciones, de modo que cuando recibe el primer anuncio de que algo ha ocurrido en la Rambla (“atropellamiento con múltiples víctimas”), gira en redondo la moto y vuelve al hospital, del que hace poco se ha marchado. Una vez allí pone en marcha el protocolo para estas situaciones: el Plan de Atención Hospitalaria para Emergencias Externas que el hospital adoptó hace cinco años, en el 2012. “Que consiste básicamente en liberar y redistribuir los recursos para trabajar en la emergencia. Fue lo que nos permitió dar una respuesta rápida: en dos horas y media todos los heridos estaban siendo tratados”.

Se abren tres quirófanos suplementarios y cuatro camas de cuidados intensivos. La primera víctima que llega es una mujer que necesita una intervención quirúrgica urgente; al final de la jornada habrán entrado 18 personas con diversos traumatismos, 12 de ellas graves. Las cifras, que son volumen de trabajo, Caballero las ve con ojos prácticos, profesionales: es lo que hacen cada día multiplicado por 18. “No hicimos nada extraordinario”, dice. Al igual que él, decenas de integrantes del personal del Sant Pau han vuelto a sus puestos de trabajo, otros llaman y preguntan si deberían ir y Caballero gestiona la situación según las necesidades. “Todos los que nos trajeron vivos siguen vivos y eso se debe ni más ni menos que al trabajo del hospital en su conjunto”.

Durante la crisis, el doctor Caballero se comporta como la persona que tiene un trabajo que llevar a cabo y lo lleva a cabo con profesionalidad, sin inmutarse, pero dos días después, en la ducha… “Dos días después resulta que me estoy duchando y me entran ganas de llorar. Porque mi madre vive en la calle del Carme tocando a la Rambla, porque la Rambla fue mi patio de recreo, porque mi hija había ido a visitarla el día anterior… Siempre te viene después la parte emocional. Pero después, siempre después. También somos seres humanos”.

Lourdes Carrascón, apoyo psicológico, Cruz Roja

La referente provincial de apoyo psicológico de la Cruz Roja en Tarragona Lourdes Carrascón se encuentra en el Aeropuerto de El Prat: forma parte del equipo que se ocupa de atender a los familiares de las víctimas que van llegando a Barcelona. Es viernes por la tarde, un día después de los atentados. Una delegación de Mossos, Guardia Civil y Cruz Roja se encarga de esperar a los familiares a la salida del avión y de conducirlos a una sala especial. “Ahí valorabas psicológicamente al familiar. Le preguntabas qué información tenía sobre lo ocurrido, si había conseguido ponerse en contacto con la persona que venía a buscar. Si era consciente de lo que había pasado. Valorabas cómo se movía, estudiabas sus gestos, ibas determinando cómo estaba. Si venía alterado, intentabas calmarlo. Antes de acercarte a él te habías informado al máximo de la situación de su familiar, porque sabías que lo primero que iba a hacer era preguntar por su familiar. Y le decías toda la verdad: eran conscientes de la gravedad de la situación y agradecían que les dijeras la verdad”.

Lourdes pasa casi 30 horas seguidas en el aeropuerto, desde las tres de la tarde del viernes hasta las ocho de sábado. No duerme. “En una situación así no se te pasa por la cabeza dormir. Y además, creo que la gente de Cruz Roja tiene un ADN especial”. El alto número de víctimas extranjeras supone un reto añadido: el idioma. “Pero hay un idioma internacional que es el del abrazo, poder pasar esa mano detrás del hombro, ofrecer esa agua y darla con cara de: ‘Aquí estamos para lo que necesite’. Eso permite equilibrar el fallo de no saber al 100% un idioma”.

Durante los días álgidos de la emergencia, Lourdes habrá estado en todos los escenarios de la tragedia: en la Rambla de Barcelona, en Cambrils esa misma noche, en el aeropuerto los dos días siguientes y también en Alcanar. “Había gente en Alcanar a la que no dejaban volver a sus casas y había que transmitirles la información de manera cálida, explicarles que era por seguridad. Atender sus dudas, estar por ellos. También estamos para esas pequeñas tonterías, para esos pequeños detalles ahí está la Cruz Roja”.

Cesc Roca, taxista

Cesc Roca está de vacaciones en un cámping de Caldes de Montbui con su mujer y sus dos hijos, pero deja de estarlo cuando recibe noticia de lo que ha ocurrido en la Rambla. Como muchos taxistas en ese momento, decide dejar lo que está haciendo y ponerse al servicio de la emergencia. Se sube en el coche y se dirige a Barcelona. La asociación de taxistas Élite –a la que pertenece– tiene un protocolo para esta clase de situaciones que se ha puesto en marcha prácticamente desde el primer aviso, y Roca corre a incorporarse al dispositivo.

“La gente estaba aturdida, perdida, fuera de lugar, la mayoría eran turistas y no sabían qué hacer, cómo salir del centro, tenían miedo, y ahí es donde entramos nosotros”. Roca se divide entre las labores de coordinación y el trabajo de llevar gente, bien a sus casas bien a los hospitales. “Pero el servicio más impactante lo hice sobre las nueve. El tema en la Rambla estaba bastante controlado, así que nos desplegamos por las puertas de los hospitales por si nos necesitaban allí. A mí me tocó el Hospital de Sant Pau. Allí se subió una familia, dos adultos y dos niños, creo que eran holandeses. Todos estaban como ausentes, ella con la mirada perdida. Los llevé hasta Cerdanyola, allí se bajaron y la mujer me dio un abrazo, me dio las gracias y se fueron”. A la vuelta, Roca no puede quitarse de la cabeza la imagen de la familia ausente. Aún tiene fuerzas y tiempo para participar en la tarea de llevar agua y comida a la gente que está atrapada en las rondas por los controles policiales, pero cuando llega a casa se derrumba. “En casa me vine abajo, me di cuenta de lo que había vivido, y me sentí mal por no haber podido hacer más. Pero hicimos lo que correspondía y lo hicimos de corazón”.

"Luego me di cuenta que algo se te queda de haber estado allí ese día. Algo que te llevas encima yo creo que para toda la vida. Ojalá nunca hubiéramos tenido que atender una emergencia como esta, pero qué bueno que tanta gente demostró que esta ciudad es solidaria en la adversidad y sabe estar a la altura de las circunstancias"