ESTA NOCHE

Gamberrada en el zoo: abren jaulas de pájaros y se escapan varios ejemplares

Aún no se ha identificado al autor o autores de los hechos

avefría

avefría / periodico

Carles Cols / Barcelona

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Cuando dos brigadas uniformadas con el peto beige del Zoo de Barcelona andan por los alrededores del parque de la Ciutadella con una cazamariposas gigante (técnicamente, un salabre), es que algo inusual ha ocurrido. Así es. El miércoles por la noche, una hora después de que salieran del zoológico los últimos visitantes, saltó la alarma de una de las instalaciones, el espacio Doñana, el hogar de 63 aves de nueve especie distintas. Eran las 21.35 horas. Uno o varios intrusos rompieron a pedradas el candado de la puerta de acceso a este enorme aviario. Probablemente entraron dentro para precipitar la huida de los animales. No hay que descartar que lo hicieran en busca de algún ejemplar concreto, como el vistoso ibis escarlata. El caso es que a media mañana del jueves, proseguía la búsqueda de 12 animales por los alrededores de la Ciutadella, después de que a lo largo de la noche se recuperaran ya 18.

Los vigilantes nocturnos, tras saltar la alarma, llegaron en tres minutos al aviario. Los asaltantes ya no estaban ahí. Se supone que veloces saltaron por el muro más cercano para escapar, que da acceso a la discreta calle de Wellington. Atrás dejaron algunas aves despistadas alrededor de la instalación y, lo peor, una larga lista de ejemplares que habían emprendido el vuelo.

El balance de daños, claro y contundente, lo ha realizado el director del Zoo de Barcelona, Sito Alarcón. El mal llamado espacio Doñana (hace años ya que las especies que allí viven no son representativas de aquel parque) no es simplemente una instalación de exhibición. Es un espacio de cría de especies más o menos amenazadas destinadas a la reintroducción en espacios naturales. Si lo sucedido es una acción de protesta, que de momento nadie ha reivindicado, el error de cálculo es mayúsculo. Ninguna de las aves del recinto ha nacido en libertad.

En el mismo instante en que Alarcón daba estas explicaciones a pie de aviario, iban llegando vía teléfono informaciones de avistamientos cercanos. Por ejemplo, en la Estació de França. Por ejemplo, en el paseo de la Circumval·lació, donde un morito común andaba desorientado (normal, está muy lejos de su hemisferio sur natal) y, tras una aproximación sigilosa y una maniobra de distracción cayó dentro de las redes del salabre.

La lista de buscados probablemente se reducirá con el paso de las horas, pero a mediodía estaban fuera de casa aún una pareja de avefrías, dos ibis rojos, cinco espátulas comunes y tres moritos comunes.

La fuga no entraña ningún peligro para las personas. Al contrario, para algunas hasta ha sido un inesperado aliciente para pasar un rato a lo David Attenborough. Fue saberse lo ocurrido y comenzaron a publicarse en redes sociales fotografías de aves despistadas por las calzadas de la ciudad. Basta verlas para comprender que lo sucedido tiene muy poco de la épica poética del ejército de los 12 monos que encabeza Brad Pitt en la película del mismo nombre. Pobrecillas, parecían más Paco Martínez Soria en ‘La ciudad no es para mí’.

La del miércoles no es la primera intrusión nocturna que sufre el Zoo de Barcelona. No es que sean habituales, pero las ha habido. La última sonada fue en enero del 2012. Cruel, además. Unos gamberros se encaramaron a un árbol centenario de la Ciutadella para saltar a la zona de la granja del zoo. Una vez allí, sacaron dos cabras de su cercado. Una murió ahogada en una fuente. La otra fue rescatada, cómo no, encaramada a un arbusto.

Para sonadas, no obstante, las fugas protagonizadas por los animales, sin ayuda humana. No hace falta remontarse a los años 70, cuando un ñu (animal que todo aficionado al Scrabble conoce y aprecia) fue visto paseo de Sant Joan hacia arriba, sino simplemente a marzo del 2011, mucho más cerca. Aquel día, la loba Penélope dio un salto de tres metros y medio y salió de su recinto. Fue de día, con decenas de escolares y otros visitantes por el parque. Aquello sí que fue un susto. Los empleados del zoo pusieron a todo el mundo en lugar seguro. La loba, que por cierto dos años después murió despedazada a garras de cuatro de sus hijas, fue capturada tras ser sedada. El episodio fue todo un notición. Es decir, no pasó discretamente, en silencio, sin focos y cámaras, como sí ocurrió en una acongojante fuga ocurrida en el 2001. La prófuga esa vez era una cobra del recinto de los reptiles. Encontró un cristal mal ajustado y por ahí salió. Pasó dos días escondida tras unos paneles del terrario. Fue capturada y devuelta a su hogar. Pero aquella fuga no fue en balde. Los responsables del zoo analizaron lo ocurrido y tomaron una decisión muy sensata. Decidieron prescindir de serpientes venenosas en el área de los reptiles. Su presencia obligaba a disponer en todo momento de dosis de antídotos contra cada uno de los venenos posibles, con el handicap añadido de que es un medicamento que, además caduca. Por eso desde entonces no hay ofidios venenosos en el Zoo de Barcelona.

Todo eso, en cualquier caso, son viejas aventuras zoológicas. Lo actual es la investigación que la Guardia Urbana de Barcelona ha puesto en marcha para dar con los culpables del asalto al aviario.