Los menores llegan de diversos municipios atraídos por el brillo de Barcelona
La presión policial los erradicó del Raval y poco después pasaron al otro lado de la Rambla
Barcelona trata de digerir y solventar una problemática que afecta a su espacio público pero contra la que tiene herramientas limitadas. Los menores que esnifan cola y están tutelados por la Generalitat (pero escapan a su control) se han convertido en un fenómeno endémico en las tres últimas décadas, aunque cíclico. Fuentes del operativo de atención a los chicos de Santa Caterina destacan que es habitual que la mayoría no estén adscritos a centros ubicados en Barcelona, sino en municipios como Manresa, Montcada i Reixach, Ripollet... Para todos ellos, no obstante, la meta cuando se escapan es llegar a la capital catalana. Es el punto de encuentro que tienen mitificado, donde pasan más cosas y hay más color. Como ir a Hollywood, explica alguien de su entorno.
La novedad del último año es que los menores enganchados a la cola han cruzado la Rambla. Tras periodos con altos y bajos en la zona del Raval, y en ejes como la plaza de Sant Pau del Camp, la presión en un área les lleva a otra. Se tomaron un respiro y descubrieron el Pou de la Figuera y su entorno, en Santa Caterina, donde los vecinos han reaccionado con gran prudencia. Piden recursos pero no represión policial, pese a la tensión que se ha vivido cuando -bajo los efectos de las drogas- ha habido hurtos o agresividad.Sus efectos han llegado incluso a la zona del Born, explicaban ayer algunos vecinos.
IMPOTENCIA
La complejidad del abordaje, que implica desde el ámbito sanitario al social y educativo, desborda a las administraciones. El ayuntamiento insiste en reclamar una respuesta más contundente a la Generalitat, ya que están bajo su protección, lo que no implica que puedan tenerlos retenidos. Quienes trabajan en el día a día con los jóvenes suelen ver con impotencia la falta de más recursos (personal) y viven la limitación de poder de maniobra, en el ámbito de cada administración.
Pero ahora el asunto es si cabe más complejo porque los chicos están llegando también de nuevos puntos de Marruecos, ya enganchados a los disolventes, y son algos más conflictivos. Sin expectativas y nada que perder, sin motivación para entrar en los mecanismos previstos de integración. Cuando en Barcelona acumulan un expediente policial grave, se suelen mover a otra autonomía, y entran en otros círculos de tutela administrativa. Las puntas en la ciudad suelen registrarse en primavera y verano.
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