Negocio para todos

El impacto económico de los congresos, ferias y convenciones en Barcelona va mucho más allá de los hoteles, restaurantes y transporte, alcanzando al comercio y los servicios de barrio

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PATRICIA CASTÁN / BARCELONA

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Los más de 460 millones que deja a su paso en Barcelona el congreso mundial de la telefonía móvil brindan la cifra más rutilante y golosa del mapa local de congresos y convenciones en materia de impacto económico. Pero cada una de las convocatorias que aglutina la ciudad suma y sigue millones de euros que, lejos de la visión más evidente del asunto, no solo animan las arcas de hoteles y restaurantes de moda sino que se ramifican a los más diversos y sencillos negocios de Barcelona. Un bar cerca de la Fira, una floristería que suministre a organizadores de eventos, una lavandería, o paradas en un mercado que nutran a servicios de cátering o restaurantes... amplifican el reparto de beneficios.  

Y aunque todo el turismo sea rentable en términos meramente económicos, ese segmento de viajeros por motivos profesionales que representa aproximadamente el 40% del total de la ciudad destaca porque además de inyectar divisas suponen una presencia casi silenciosa. Pasan el día en reuniones y conferencias, y no suelen tener tiempo para atracciones turísticas, tan masificadas por el turista vacacional más visible a pie de calle. Llegan, trabajan, consumen ocio y servicios y se marchan.

ALIMENTOS Y SERVICIOS

En Fira de Barcelona, recuerdan que según un estudio de ESADE solo la actividad en Fira de Barcelona tiene un impacto en la capital catalana y su entorno de 2.600 millones de euros, además de generar 40.000 puestos de trabajo directos e indirectos. Pero más allá de lo abrumador de los números están las historias de a pie. De punta a punta de la ciudad. Como la de Joan Casas, tercera generación de un negocio familiar ubicado en un barrio trabajador, en el mercado del Clot. Su carnicería vende al detalle, pero como otros muchos comercios de proximidad también suministra a restaurantes y hoteles.En casos como el Mobile, en apenas dos semanas dobla la facturación y necesita contratar "personal de refuerzo par atender todos los pedidos". Tiene claro que, con la crisis, puntas de venta de este tipo son vitales para la continuidad de los comercios tradicionales.

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Los tentáculos alcanzan, cómo no, a puestos del mercado de la Boqueria. Su presidente, Salvador Capdevila, destaca que la actividad ya se dispara en algunos casos una semana antes de una gran convocatoria, cuando se empiezan a gestar los grandes banquetes paralelos al salón. En la Boquería incrementan las ventas de pescados, carnes, frutas, verduras... Capdevila es también propietario del puesto Avinova, cuya facturación crece más de un 30% en citas como la del móvil. "La venta de huevos se llega a triplicar", cuenta, ante el alud de desayunos que sirven los hoteles. Como remate, al acabar el congreso el pasado jueves, el mercado se llenó de congresistas de medio mundo que querían ver la popular instalación y comer en sus barras.

La gastronomía, con unos 10.000 establecimientos (bares y restaurantes) en la ciudad, se nutre como nunca de los viajeros tras la crisis. No solo los grandes establecimientos, también el pequeño formato, como la Granja Elena, en pleno paseo de la Zona Franca, siempre concurrido por la proximidad con el recinto ferial y por el boca a boca de los asistentes satisfechos. "A veces vienen de 30 en 30 porque no conocen la medida del local", explica, el chef Borja Sierra. Cuando hay ferias y congresos amplía los turnos de desayunos y comidas porque "hay un pico importante de trabajo", que convive con su clientela habitual. 

POLIÉDRICO

La implicación abarca infinidad de ángulos. Hay floristas que suministran ornamentos para los estands o convenciones, como Ángel Lázaro, coopropietario de Lázaro Bosser, en el 22@. La feria del Mobile es un salvavidas para ellos porque febrero "era uno de los meses más flojos". "Las ferias nos ayudan a tener regularidad", cuenta, tras haber despachado 600 centros la pasada semana en la Fira. Y alcanza a la versión doméstica, como Mireia B., de 36 años, que ya se ha acostumbrado a mudarse a casa de una amiga para alquilar su piso de dos habitaciones en el Eixample a visitantes del congreso por la friolera de 2.000 euros por cinco días.

E incluso llega mucho más allá del área metropolitana, visto el volumen de trabajo de la Bugaderia Industrial Maresme, que en su sede de Cabrera de Mar alarga tres horas la jornada para poder "lavar el doble de ropa" de lo normal durante los grandes congresos.Taxis, productoras de vídeo que registran los encuentros, mensajería, chóferes particulares, camareros de refuerzo, ocio nocturno, montadores de estands, traductores, captadores de escenarios para presentaciones y festejos (el MNAC acoge un centenar de eventos anuales al respecto)... la lista no deja de vertebrarse.