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Sorpresas en la Biblioteca Arús

El centro custodia el archivo del alcalde de Madrid por excelencia, Enrique Tierno Galván

Una réplica de la Estatua de la Libertad corona la escalinata que lleva a la entrada de la Biblioteca Pública Arús.

Una réplica de la Estatua de la Libertad corona la escalinata que lleva a la entrada de la Biblioteca Pública Arús.

NATÀLIA FARRÉ

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«Hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana. Y el universo no estoy seguro». La frase se atribuye a Albert Einstein, pero parece ser que no la pronunció el célebre físico sino el terapeuta Fritz Perls. Aunque la autoría de la cita es lo de menos para el tema que nos ocupa. Y es que la máxima viene al pelo por la cola -discreta, pero cola al fin y al cabo- que se generó el sábado en las puertas en el número 26 del paseo de Sant Joan. Ahí tiene su sede la Biblioteca Pública Arús, uno de los edificios que el fin de semana se sumó a las jornadas de puertas abiertas que organizó el Open House Barcelona. Así, mientras unos cuantos barceloneses -también quien suscribe- esperaban turno para entrar, la cita se hizo más presente que nunca. ¿Por qué? Porque como su nombre indica, la biblioteca es pública y por lo tanto es siempre accesible, sin necesidad de eventos especiales. El único requisito para poder cruzar su umbral es que esté abierta. Lo está de lunes a viernes. Y sin colas.

Es tan pública que en su escritura de formación, fechada el 24 de marzo de 1895, figura que será perpetuamente propiedad del pueblo de Barcelona. Y no solo eso, es tan pública que fue la primera en serlo. Mucho antes de que la Mancomunitat desplegara su red de bibliotecas populares, Rossend Arús (1845 - 1891) pensó el centro que lleva su nombre. «Era filántropo, masón, librepensador, catalanista y federalista», además de un hombre convencido de que «la libertad y el progreso iban unidos al acceso a la cultura por parte de todo el mundo», apunta Maribel Giner, directora de la biblioteca. De ahí su última voluntad: reconvertir su piso del Eixample en una biblioteca. En una que no excluyera ningún género de libros por motivos sociales, políticos ni religiosos y en una que no impidiera la entrada ni los medios de leer o estudiar a ninguna persona por razón de sexo, edad ni clase, según consta en la citada escritura. «Y con un horario para que los obreros pudieran acudir a ilustrarse después de trabajar en la fábrica», apunta Giner. Toda una revolución.

La iniciativa sumó colas, como las del sábado, hasta que después de la guerra civil la biblioteca fue clausurada: demasiado masona y demasiado de izquierdas. Reabrió en 1967 tal como había cerrado: con los mismos principios, los mismos libros y la misma reputación. Un prestigio que le permitió aumentar sus fondos con destacadas donaciones que la han convertido en una de las más importantes de Europa en historia social y cultural de los siglos XIX y XX con el movimiento obrero, la masonería y el anarquismo como temas estrella.

De manera que ahí descansan ahora los archivos del anarcosindicalista Hermoso Plaja, del líder de las FAI Diego Abad de Santillán, y de los también anarquistas Ildefonso González Marià Casasús. Y el más imprevisto de todos: el archivo personal de Enrique Tierno Galván. La correspondencia, fotografías, agendas, apuntes, discursos, conferencias... y manuscritos de los famosos bandos cervantinos del que fue alcalde de Madrid por excelencia -llegó al cargo con las primeras elecciones democráticas y lo dejó con los pies por delante y por la puerta grande: su entierro sacó a la calle, dicen, a más de un millón de personas- no se conservan en la ciudad que tanto quiso y tanto le quiso, sino en Barcelona. Algo sorprendente, como mínimo.

Gran maestro masón

La donación es compartida con la Gran Logia Simbólica Española y fue una decisión del hijo del Viejo profesor. «El vínculo con nuestra institución es la confianza, somos una biblioteca que ha sobrevivido a una guerra y a una dictadura con un fondo contrario al bando ganador y nos hemos mantenido», explica Giner. De ahí el legado que nada que ver con que Tierno Galván fuera masón, que no lo era. Sí lo fue Rossend Arús, que llegó a ostentar el cargo de gran maestro de la masonería catalana.

Pero además del archivo del alcalde madrileño, la biblioteca esconde otra sorpresa tan poco conocida como los legajos de Tierno Galván: una miniatura -si es que a dos metros de altura puede llamársele miniatura- de La libertad iluminando al mundo, o sea, de la Estatua de la LibertadLa escultura de bronce, realizada por  el monumental Manuel Fuxà, preside la entrada desde su inauguración con la inscripción Anima Libertas. «Es la cultura iluminando al mundo», concluye Giner.