MUESTRA EXCEPCIONAL EN EL SALÓ DEL TINELL

El retorno de las 'hagadot'

Barcelona exhibe ocho de los 14 libros rituales de la pascua judía elaborados por artesanos de la ciudad en el siglo XIV

El ejemplar 8 Uno de los ejemplares que han viajado hasta Barcelona, ayer, ya listo para la exposición.

El ejemplar 8 Uno de los ejemplares que han viajado hasta Barcelona, ayer, ya listo para la exposición.

CARLES COLS / BARCELONA

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El Metropolitan Museum de Nueva York dedicó seis meses del 2012 a exhibir la hagadá Rylandshagadá, un libro ritual judío preciosamente elaborado en la Barcelona de la primera mitad del siglo XIV. Fue una exposición importante. Seis meses cara al público no es poco en un museo como aquel. Que Nueva York tenga una importante comunidad judía seguro que ayudó. Pero estaba allí, en el Met, no por su valor religioso sino porque es un tesoro excepcional. De las hagadot (así es el plural de la hagadá) producidas en Barcelona antes del pogromo de agosto de 1391 solo hay 14 en todo el mundo, muy dispersas, principalmente en manos de museos, y solo una en Catalunya, en Poblet. A partir del próximo 26 de marzo y hasta el 5 de julio, el Saló del Tinell exhibirá ocho de aquellos manuscritos tan lujosamente decorados. Tras seis siglos de diáspora, esta es una reunión extraordinaria.

Tan brutal fue la ruptura de España con su pasado judío (el pogromo de 1391 fue solo uno de tantos, hasta la expulsión definitiva de los judíos en 1492), que palabras como hagadá son prácticamente arcanos para personas formadas en la cultura cristiana, aunque la raíz de ambas religiones sea común. Las hagadot son libros que recogen el minucioso ritual de la pascua judía, en la que se celebra la huida de Egipto. Es una celebración meticulosamente pautada. Fija cuántas veces hay que lavarse las manos, cuándo y cómo hay que cortar el pan, qué significa cada alimento que se ingiere. Las verduras amargas, por ejemplo, son un recuerdo de los años de esclavitud en Egipto y de las penurias de la travesía del Sinaí. Para los judíos creyentes esta ha sido durante siglos una cena simbólica pero a la par emocionante, finalizada siempre con el deseo de celebrar «la próxima ya en Jerusalén».

La exposición que el jueves inaugurará el Museu d'Història de Barcelona (de forma inusual, este año la pascua judía y la cristiana coinciden en el calendario) permitirá admirar el fino trabajo de los ilustradores de la Barcelona del XIV. Es un momento espléndido del gótico y en las hagadot es evidente. Los catalanes judíos económicamente mejor aposentados encargaban las obras a artesanos, no necesariamente judíos, visto el resultado sin reparar en gastos. En cierto modo, cada hagadá expuesta en el Saló del Tinell es un testimonio de lo que fue Barcelona antes de las persecuciones y de que la Inquisición, ese tribunal capaz de convertir hasta el jamón de Jabugo en un instrumento de tortura, pues con él se amenazaba a los reos de otras confesiones, entrara con fuerza en escena.

El propósito inicial de los comisarios fue reunir las 14 hagadot barcelonesas conocidas. Parece que era una tarea más asequible cruzar el mar Rojo a pie. Seis no lo han hecho, entre ellas una mundialmente famosa, la hagadá de Sarajevo, cuyas aventuras a lo largo de los siglos son realmente epopéyicas. Tanto es así que hasta tiene una novela, Los guardianes del libro, cuya autora, Geraldine Brooks, participará en las jornadas que sobre las hagadot se celebrarán hoy y mañana en el Museu d'Historia de Barcelona.

A salvo de los nazis

De la hagadá de Sarajevo, aunque sea solo por abrir el apetito, se da casi por seguro que salió de Barcelona por culpa de los pogromos. Reaparece en los libros de historia en Venecia, en 1609. De ahí pasó a Dubrovnik y después a Sarajevo. Allí estuvo a salvo hasta que los nazis ocuparon la ciudad y fueron expresamente en busca de aquel ejemplar. Afortunadamente, un bibliotecario la sacó del museo y la escondió entre los libros sagrados de una mezquita de las montañas, probablemente el último lugar en el que se les ocurriría buscar a los invasores un manuscrito judío. Entre 1992 y 1995, la hagadá de Sarajevo sobrevivió a la guerra, pero desde entonces vive en un limbo jurisdiccional que ha impedido ahora su viaje a Barcelona. Es una lástima porque sus 109 pergaminos (por cierto, elaborados con la piel de una raza de oveja aragonesa ya extinta) narran leyendas bíblicas en vivos colores, rematados a menudo en oro.

La hagadá de Sarajevo no ha viajado a Barcelona, pero sí su contenido, digitalizado, porque, de hecho, la exposición es única además porque permite comparar las 14 hagadot conocidas y rastrear hasta qué punto los artesanos que las ilustraron bebían simultáneamente de las fuentes de la iconografía gótica cristiana.

Poco o mucho, cada hagadá tiene su propia aventura. La diáspora de los judíos fue también la diáspora de su arte y de sus pertenencias. Que estén de nuevo en Barcelona es una suerte -explican los organizadores de la muestra- sobre todo si de paso reabren la memoria de por qué tuvieron que emigrar.