LA RESPUESTA MUNICIPAL
El ayuntamiento asegura que tiene un censo de todos los barraquistas
El Ayuntamiento de Barcelona no es ajeno a que cerca de un millar de personas sobreviven en una situación más propia de otro siglo u continente dentro del término municipal. Es más, concentrado en su distrito estrella. Según fuentes de los servicios sociales, son conscientes de que 380 gitanos portugueses, entre 150 y 190 rumanos y unos 400 senegales se concentran en varios asentamientos en el barrio, lugares que aseguran visitar a menudo para ofrecer los servicios sociales mínimos. «Sabemos cuántos son y nos aseguramos de que todos los menores estén escolarizados, de que todos tengan la tarjeta sanitaria y, a los que les corresponde, les gestionamos la documentación para la paga mínima de inserción», aseguran.
El tratamiento es distinto para cada uno de los grupos, ya que tanto el perfil de las personas como las condiciones en las que viven son distintas en cada caso. La mayoría de los gitanos de origen portugués hace muchos años que viven en la ciudad ahora aquí, ahora allá, cambiando su campamento de lugar cada vez que les echan. Para ellos, Barcelona dispone desde hace años de un servicio de atención social específico, del que el municipio dice estar satisfecho. Fuentes de este servicio aseguran que, fruto de su trabajo, se ha conseguido que el absentismo escolar entre el colectivo haya disminuido mucho en la educación obligatoria, aunque reconocen que el instituto es ahora el gran asunto pendiente. El tema de la educación es uno de los pilares básicos del servicio ya que, según datos de esta oficina, 152 de los 380 habitantes de estos asentamientos son niños.
Los afectados, en cambio, insisten en que las ayudas que reciben son «mínimas» y que si el gobierno no resuelve su situación es porque no tiene voluntad de hacerlo. «Bien que en la Mina les dieron pisos», asegura Juan, uno de los portugueses.
RETORNO VOLUNTARIO / El caso de los senegaleses es completamente distinto. Para ellos, residir en naves ocupadas no es una opción de vida, sino cuestión de supervivencia. Vivir en una nave ocupada era todo lo contrario a lo que imaginaban cuando se jugaron la vida cruzando el estrecha. Estos 400 se dividen en tres grupos: los que tienen los papeles en regla, los que no los tienen, pero tienen opciones de obtenerlos, y los que ni los tienen ni tienen ninguna posibilidad de obtenerlos. A este tercer grupo se dirigen los cursos de formación a cambio del retorno voluntario a los que solo cinco de ellos se acogieron. Un sexto pidió volver, pero sin curso. Ya lo ha hecho.
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