cambios en la restauración

Bares de Barcelona cubren las terrazas para salvar clientela

Cientos de veladores instalan parapetos alegales a la espera de una nueva norma

SANT PAU 3 Uno de los montajes de la ronda.

SANT PAU 3 Uno de los montajes de la ronda.

PATRICIA CASTÁN
BARCELONA

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Ya no es necesario pasar frío para poder fumar un cigarro mientras se consume un café en un bar de Barcelona, o si se quiere tomar algo con vistas al ajetreo y el color de la calle en los meses más gélidos. Cada vez son más los empresarios de Barcelona que optan por llevar la montaña hasta Mahoma, es decir, blindan sus terrazas con cubrimientos de plástico para que los clientes adictos a la libertad de las terrazas sigan acudiendo en invierno. Lo hacen para sobrevivir al descenso del consumo provocado por la crisis y la ley antitabaco, aunque sea a costa de instalar caras estructuras que la normativa municipal aún no permite. Y es que la certeza de que el ayuntamiento prepara una norma general para todos los distritos ha generado un clima de cierta relajación legal que ha propiciado estos inauditos parapetos en muchos veladores locales.

Las versiones son para todos los gustos y afloran especialmente en el Eixample y las zonas más céntricas o concurridas. Los hay de plástico rígido transparente, a modo de biombos, y los hay de plástico blando, como tiendas de campaña que en algunos casos cubren la terraza por los cuatro costados, incluso en el frontal. Solo así se consigue «que se mantenga el calor de las estufas y estas sirvan de algo», señalan en un bar de Consell de Cent.

La heterogénea norma que afecta a las terrazas (del Paisaje Urbano y de Usos de la Vía Pública) genera situaciones tan dispares como que un distrito cierre sus veladores tres horas más tarde que otro o uno pueda instalar jardineras para separar sus terrazas y delimitarlas, mientras que el contiguo prohíba cualquier floritura. Esta coyuntura llevó al sector a levantar la voz y solicitar una uniformidad legal, como avanzó este diario hace casi un año. El nuevo equipo de gobierno de Xavier Trias asumió esta patata caliente (será necesario crear excepciones por las particularidades de algunas plazas y zonas) y la concejala de Promoción Económica, Sònia Recasens, prepara el documento con el objetivo de ajustarlo a la nueva realidad.

RENTABILIDAD / Mientras, y con la facturación de los bares y muchos restaurantes en plena recesión, los hosteleros buscan la viabilidad de sus negocios a toda costa. Algunos ni se molestan en disimular con transparencias los parapetos, y eligen vivos colores que den notoriedad al negocio. Otros invaden claramente el espacio peatonal. Otros solo quieren evitar el frío. Fuentes municipales indican que «este tipo de cubrimiento no está previsto en la actual normativa y se controla con inspecciones, pero no de forma prioritaria». Consideran que se trata de un «fenómeno reciente» aún por regular.

Esta «no prioridad» queda patente, según el testimonio de diversos operadores consultados que admiten no haber sido amonestados. En cambio, sí han notado «mucha más clientela a cualquier hora, y no solo fumadores, sino gente que quiere tomar algo en la calle y que no entraría al local», explica un camarero del Paral·lel. El presidente del Gremi de Restauració de Barcelona, Gaietà Farràs, considera que esta herramienta es esencial ahora para garantizar la rentabilidad de muchos negocios, aunque insta a pactar nuevas reglas del juego para no crear agravios comparativos.

La osadía, sin embargo, no es general. En Sants, donde la Unión de Comerciantes de BCN se movilizó el año pasado para reclamar la equiparación normativa, ni tan siquiera se atreven a instalar toldos (parasoles) fijos. «Nos multaban con 600 euros y solo los podemos poner de quita y pon», se queja su portavoz, Manuel Jiménez. El nuevo gobierno municipal les prometió soluciones, que aguardan antes de volver a la carga, mientras ven languidecer sus terrazas del generoso paseo de Sant Antoni. En cambio, en la calle de València se ubican auténticosiglús(cubiertos), y en otras proliferan las carpas.

La ciudad tenía registradas en otoño 3.800 terrazas. Solo 300 menos que en verano, y 800 más que a principios del 2011, cuando la ley antitabaco disparó la demanda.