Final de una actividad tradicional

El adiós de varios clanes

Tres familias llevan varias generaciones al frente de los puestos de pájaros del paseo, a punto de extinguirse H La pasión por los animales se heredaba de padres a hijos

Herencia 8 José Cuenca junto a su hijo, ayer en uno de los puestos.

Herencia 8 José Cuenca junto a su hijo, ayer en uno de los puestos.

H. L. / Barcelona

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Hablar ayer con José Cuenca era una misión casi imposible. El dueño de cinco de los 11 puestos de pájaros que durante los últimos 150 años han dado un carácter único al paseo más transitado de la capital catalana corría ayer de un puesto a otro, ultimando los detalles de una forzada metamorfosis que avanza a toda máquina.«Los animalistas han vencido. Lo intentamos hasta el último momento, pero fue imposible adaptar la venta en un sitio como la Rambla a la estricta normativa. Ahora toca adaptarse. Tampoco nos tenemos que hacer los mártires», reflexiona Cuenca, quien vende pájaros en la Rambla desde los 14 años, y cuya pasión parece ser hereditaria, ya que le viene de su padre –que ya vendía aves en los años 60–, y se la ha contagiado también a su hijo, quien también lleva toda su vida entre animales.

Aunque por número son los que más se ven, los Cuenca no son la única saga de comerciantes del paseo que estos días recoge cajas con morriña. Mònica Trias, presidenta de los pajareros del lugar, es vendedora de tercera generación.«La Rambla siempre ha sido mi pasión. Trabajo aquí desde bien pequeña. Después estudié, hice mi carrera y empecé a trabajar fuera, pero enseguida mi di cuenta que mi lugar está en la Rambla», cuenta la empresaria, quien explica que está de vacaciones para no tener que ver el goteo de puestos cerrando, uno detrás del otro.«Mi padre siempre me decía que soy muy buena con los animales. Que eso es un don que se tiene o no se tiene», prosigue.«Y claro, ese feeling que se establece con las bestias dudo que pueda encontrarlo con las entradas», ironiza Trias en referencia a la reorientación que ha elegido para su negocio. Ella es la única que ha optado por la venta de entradas ymerchandisingde espectáculos.

Como el resto de empresarios del paseo, ante la disyuntiva entre reorientar el negocio o cerrar, Trias no dudó en apostar por el paseo.«Nos podrán quitar los animales, pero no nos echarán de la Rambla»,resume la presidenta del gremio, quien se plantea si la estrategia municipal respecto al tema ha sido la más adecuada.«Nos tendríamos que plantear cuál es el modelo de ciudad que queremos. Es una lástima que se dejen perder tradiciones de toda la vida; que se pierdan nuestras señas de identidad», reflexiona.

El discurso de Lourdes Molina, también segunda generación de pajareros del paseo, es muchísimo más optimista. Para ella ayer era el primer día de un nuevo proyecto

–Coques Barcelona, la primera pajarería reconvertida– y solo quería mirar hacia el futuro.«Tenemos muchas ilusiones puestas en este proyecto», explica escueta, nerviosa ante la inauguración.

Los barceloneses están divididos en cuanto a la erradicación de una práctica tan criticada por sectores ecologistas. Hay tantas voces a favor de conservar la tradición como de «dignificar la vida de los animales». Aunque, según la encuesta Òmnibus Municipal, hecha pública el pasado diciembre, a la pregunta«¿Qué es lo mejor de la Rambla?», la segunda respuesta más dada por los barceloneses era:«los puestos de flores y animales».

Con la ciudadanía a favor o en contra, la decisión está tomada y los días, contados. Los que quieran tomar las últimas instantáneas de periquitos y cotorras en el céntrico paseo deben darse prisa. Es cosa de semanas. Meses a todo estirar.