FRANQUICIA CATALANA DE UNA INICIATIVA CULINARIA FRANCESA

Barcelona estrena el primer restaurante del sur de Europa a oscuras y con camareros invidentes

Uno de los trabajadores detalla a los comensales la ruta hacia la mesa, el lunes.

Uno de los trabajadores detalla a los comensales la ruta hacia la mesa, el lunes.

CARLOS MÁRQUEZ DANIEL
BARCELONA

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«Perdona, ¿el lavabo también está a oscuras?» «¡Sí hombre! Qué pretendes, ¿que te la sujeten?»(Risas y más risas...). Semejante diálogo de besugos indica varias cosas: que cuando no se ve nada uno se desinhibe, que el sentido del humor se vuelve picarón cuando no distingues a tu interlocutor y que si a uno le sacan de lo habitual, de lo de siempre, de lo socialmente pactado, dice y hace cosas que la luz no le permite; por miedo, por tradición, por pudor. El estreno del restaurante Dans le Noir?, el primero del sur de Europa en el que todo está a oscuras y los camareros son invidentes, demostró el lunes que los españoles gritamos mucho, que sin pan no hay fiesta, que el vino sube más con nervios, que la confianza es ciega y que la belleza, qué remedio, está en el interior.

Eric tiene 19 años y una deficiencia visual que solo le permite ver algunas sombras. Cuando la ONCE le ofreció trabajar como camarero se rió un buen rato, pero luego se le pasó y se dio cuenta de que la propuesta iba en serio. Un grupo empresarial francés traía a España un modelo de restaurante en el que los comensales pueden vivir la experiencia de cenar a oscuras, y él podía ser uno de los anfitriones. Cuenta que se orienta por las columnas y el suelo, que reza para que no se le caiga nada y que está«ansioso»por empezar. Hay que agarrarse a su hombro y seguirle porque más allá de la cortina él será tus ojos.«Es cuestión de confianza, estás absolutamente indefenso y no sabes qué te dan de comer o de beber y tampoco tienes idea de qué es lo que pasa a tu alrededor», explica Aris, un simpático hombre de 49 años al que acompañaba Luna, su hija de reciente mayoría de edad.

Antes de entrar, una amable señorita te interroga sobre alergias y alimentos no deseados, te invita a dejar tus pertenencias en una taquilla –móvil y relojes luminosos incluidos– y te va preparando psicológicamente.«El 5% de la gente no aguanta ni cinco minutos, también están los que se agobian pero resisten y luego quedan los que se sienten relajados y disfrutan como locos»,resume Celine, coordinadora del grupo Ethik Investment, propietario de esta idea que ya funciona en Londres y París, y pronto en Nueva York.

Un jaleo colegial

En Barcelona habrá mucho del tercer grupo. El griterío dentro de la sala obliga a Maite Sutto, propietaria de la franquicia, a entrar y poner orden. Es como en el cole, pero luego no hay recreo. Ni caso, se vuelve y a los pocos segundos todos a bramar, a aplaudir cuando se cae una copa y a brindar chocando codos con cabezas. Lo bueno de que nadie te vea es que tu expresión corporal, la que los modales han moldeado durante tantos años, recupera la inocencia. Y de este modo, puedes bostezar, dormir, espatarrarte en la silla o comer con las manos. De hecho, no hay otra opción: o palpas o te dejas la mitad del ágape en el plato, y tal y como está el mundo, aquí no se tira nada si no está caducado o muy caducado. Una señora francesa muycoollo reconoce no sin cierto sonrojo:«Vale, es verdad, he comido con los dedos porque si no se me enfriaba todo». A 59 euros el menú de platos y vinos sorpresa –disponibles a partir de mañana–, más vale educación herida que comida desatendida.

Sabina, una chica invidente de 25 años que también se estrena como camarera en prácticas, está muy contenta porque no ha roto nada, y porque ha demostrado que la ONCE«es mucho más que el cupón de ciegos».No hay oscuridad, sino ignorancia, dijo William Shakespeare.«Esto ha sido cojonudo, una experiencia brutal»,versiona uno de los comensales.

Es curioso, pero al salir y ver las caras, se recupera la timidez, el tono disminuye y las bromas fluyen dentro de la sensatez. Por cierto, para pagar hay que salir de la sala oscura, que los propietarios son modernos, pero no tontos.