UNA EXPERIENCIA INOLVIDABLE

Cuatro adolescentes y un viaje a Oporto hace 20 años: "Para nosotros era un mundo nuevo, surrealista"

Los recuerdos de los cuatro juveniles, entre ellos Lionel Messi, de la visita del Barça para inaugurar el Estadio do Dragão

Jordi Gómez, Oriol Riera, Lionel Messi y Xavi Ginard, en el aeropuerto de viaje hacia Oporto con el primer equipo del Barça.

Jordi Gómez, Oriol Riera, Lionel Messi y Xavi Ginard, en el aeropuerto de viaje hacia Oporto con el primer equipo del Barça. / FCB

Arnau Segura

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"No tengo recuerdos de ese día. Era una presión demasiado fuerte, una situación demasiado prematura para nuestra edad: no estábamos preparados para vivirla ni para absorberla. El cerebro es muy inteligente y siempre intenta protegerte. Yo no lo viví con la sensación de estar haciendo algo que recordaría durante muchos años, sino que la manera que halló la cabeza de protegerme, inconscientemente, fue intentar pasar el día lo más rápido posible y no retener toda la información, bloquear la experiencia, olvidar la historia. Tenía 17 años", teoriza Oriol Riera (Vic, 1986) al desandar el camino hasta el 16 de noviembre de 2003.

Hace 20 otoños. Habla de la última visita del Barça al Oporto. Fue un partido amistoso en fecha FIFA para inaugurar el Estádio do Dragão, construido para la siguiente Eurocopa con una capacidad para más de 50.000 almas.

Ante las bajas de lesionados e internacionales, Frank Rijkaard formó un equipo con los cinco futbolistas con dorsal del primer equipo disponibles (Gabri, Luis Enrique, Luis García, Márquez y Xavi), jóvenes del Barça B y del Barça C y cuatro promesas del juvenil A: Jordi Gómez, 18 años, Xavi Ginard y Riera, 17, y Leo Messi, 16. Su último partido había sido contra el Granollers. Solo uno habría podido votar en las elecciones catalanas de ese domingo, las primeras sin Jordi Pujol tras 23 años como presidente de la Generalitat.

Messi sortea la entrada de Oriol Riera en El Sadar en un Osasuna-Barça ya como rivales.

Messi sortea la entrada de Oriol Riera en El Sadar en un Osasuna-Barça ya como rivales. / AFP / CÉSAR MANSO

"El mayor cuenta a sus amigos que su padre jugó con Messi. Al pequeño le tendré que contar quién era Messi", explica Ginard.

Ginard (Artà, 1986), portero, fue citado ante las bajas de Valdés y Rüştü. Recuerda el shock al recibir la noticia y la alegría de llamar a su padre, acto seguido, para compartirla. Con 150 partidos en Segunda B en el currículum, trabaja de comercial en una empresa de café por las mañanas y entrena con el Poblense (Tercera Federación) por las tardes.

"Cuatro niñatos cagados"

Atesora las fotos en el aeropuerto junto a Gómez, Messi y Riera en el móvil, "en favoritos", y a veces se las enseña a sus dos hijos, de siete años y un año: "El mayor cuenta a sus amigos que su padre jugó con Messi. Al pequeño le tendré que contar quién era Messi". Las caras en el aeropuerto, asegura, no parecen de alegría porque no lo eran: "Éramos cuatro niñatos cagados que no sabíamos ni dónde estábamos ni dónde íbamos. No disfrutamos ese momento porque era imposible disfrutar". "Para nosotros todo aquello era un mundo nuevo, un mundo surrealista", apostilla Ginard.

Riera, hoy entrenador del Tudelano tras gritar 23 goles en Primera entre el Osasuna y el Deportivo, reconoce que eran niños entre hombres. Recuerda sentir "inferioridad", incluso "vergüenza", ante sus inesperados compañeros de equipo: "Estás hablando con gente tan importante, tan superior, bestias, gente que son tus referentes y tus héroes, que les ves por la tele o en el Camp Nou, cómo juegan, cómo les aplauden, y te da la sensación de que estás muy, muy lejos de todo eso. Un ejemplo: para mí, Saviola era como un gigante. Era mucho más bajo que yo, pero le miraba de abajo hacia arriba".

"Te da la sensación de que estás muy, muy lejos de todo eso. Un ejemplo: para mí, Saviola era como un gigante. Era mucho más bajo que yo, pero le miraba de abajo hacia arriba"

Oriol Riera

— Exdelantero del Barça

La tarjeta azul del hotel

Ginard guarda la tarjeta del hotel, "azul", y el recuerdo de la habitación, por el fascinación que le produjo: "Era la bomba". En 2005 cerraría sus días en el Barça, lastrado por una lesión crónica de rodilla, y acabó en el Felanitx, cobrando 200 euros al mes en Tercera.

Fue el único que se quedó sin jugar, porque Rijkaard dio el encuentro entero a Jorquera. Ginard iba fantaseando con el cambio: quizás en el minuto 45. O en el 60. O en el 75. O en el 90. Le valía con un minuto, pese a cierto síndrome del impostor. Pero no llegó.

Messi, Ginard, Riera y Gómez posan con el juvenil del Barça tras el viaje a Oporto.

Messi, Ginard, Riera y Gómez posan con el juvenil del Barça tras el viaje a Oporto. / Lluís Cruset

"Tenía el vicio de comerme las uñas y antes del partido avisé a mis padres: 'Me pondré los guantes todo el partido, porque sino me comeré hasta los dedos'"

Xavi Ginard

— Exportero del Barça

Uno sin jugar

"En el minuto 80 o así ya no quedaban más cambios y Luis García se hizo daño. Rijkaard se giró hacia mí y me preguntó si quería salir de jugador. Pensé. 'Si estoy cagado para salir de portero, imagínate de jugador'. Reí y no dije nada. Lo dijo en serio, pero se notó que era una broma. Si lo hubiera dicho en serio, habría salido de jugador, claro. También digo que soy el único de los cuatro que no ha llegado, y casualmente soy el único que no jugó ese día. Haber debutado con 17 años con el primer equipo cambia muchísimo tu currículum y te da muchas vidas y oportunidades extra", dice Ginard. Guarda la camiseta en casa, como Riera. Venció el Oporto de Mourinho (2-0). Era el vigente campeón de la Copa de la UEFA y unos meses más tarde ganaría la Liga de Campeones.

Ginard vivió todo el encuentro con los guantes puestos: "Tenía el vicio de comerme las uñas y antes del partido avisé a mis padres: 'Me pondré los guantes todo el partido, porque sino me comeré hasta los dedos'". Suspira que, 20 otoños después, le gustaría volver a Oporto y al Estádio do Dragão. Aunque en realidad lo hace casi a diario, vía recuerdos. "Pasan los años, pero es un día precioso que no olvidaré nunca. Es uno de los días de mi vida: lo que sueña cualquier niño", enfatiza unas horas antes de empatar con el Poblense contra el Platges de Calvià. Ríe: "Aún aguanto. Ya no estoy tan rápido, pero sé colocar a los jugadores y así me ahorro tirarme tantas veces al suelo".

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