Un gol de Messi da al Barça una Liga en prosa (1-0)

El FC Barcelona ha convertido en rutina lo que hasta hace no mucho tiempo era un asunto excepcional: ganar la Liga. Ocho de los 26 títulos que el club azulgrana ha conquistado en toda su historia (es decir, casi un tercio) los ha obtenido en los últimos 11 años. Es un registro descomunal, que refleja la incuestionable hegemonía barcelonista en el fútbol español de la última década y que habla también de la solidez de un proyecto deportivo que en este periodo ha sabido encontrar el camino a la gloria en la competición más exigente con hasta cuatro entrenadores diferentes; aunque siempre, eso sí, con el hilo conductor de un futbolista especial que encarna como nadie la normalidad de lo extraordinario: Leo Messi. Nada más natural, por tanto, que dejar que fuera el argentino el que cerrara el campeonato con un gol.   

El último de esos 26 títulos –en la primera Liga del VAR y el calendario asimétrico- llegó a las vitrinas del Barça gracias al triunfo que el equipo de Ernesto Valverde consiguió frente al Levante en un partido de colmillo retorcido que requirió, además de grandes dosis de paciencia y una pizca de fortuna, la entrada en el campo de Messi, ausente durante toda la primera parte por decisión del técnico, tan deseoso de cerrar ya el expediente liguero como consciente de la magnitud del reto que le aguarda al equipo a la vuelta de la esquina, en las semifinales de la Champions. Un desafío en el que los azulgranas comparecerán ahora con la tranquilidad de tener el campeonato doméstico en el bolsillo.

El fútbol como lenguaje

En 1971, el escritor, cineasta e hincha del Bolonia FC Pier Paolo Pasolini publicó en el diario milanés Il Giorno un célebre artículo titulado 'El fútbol es un lenguaje con sus poetas y sus prosistas' en el que, a partir del análisis de la final del Mundial de 1970 que disputaron Brasil e Italia, teorizaba sobre el 'calcio' como un sistema de signos (esto es, un lenguaje), con sus palabras, su gramática y su discurso. En ese escrito fundamental, Pasolini establecía una distinción entre el fútbol en prosa, basado en la sintaxis (“es decir, en el juego colectivo y organizado, en la ejecución razonada del código”), y el fútbol de poesía, en el que lo importante son las acciones individuales capaces de “subvertir el código” y en el que el gol (el momento poético por excelencia) puede ser “inventado por cualquiera o desde cualquier posición”.

A las órdenes de Valverde, el Barça 2018-19 ha conquistado el título de Liga con una prosa que Pasolini probablemente habría tildado de “estetizante”: un fútbol coral al servicio del sistema de juego, con largos pasajes de un descarnado realismo y un lenguaje de precisión hemingwayana, pero en el que han brillado también esporádicos arrebatos líricos de indudable belleza, debidos casi siempre al genio del más sublime de los poetas: ese que lleva el brazalete de capitán y el 10 a la espalda.

La abrumadora exhibición narrativa del equipo azulgrana a lo largo de toda la temporada (oportunamente culminada en la semana de Sant Jordi) ha tenido en Valverde a un editor escrupuloso e inteligente. El Txingurri ha sabido convencer a sus autores para que se adaptaran en cada momento a las necesidades del colectivo, ha corregido sus excesos, ha combinado sus registros, ha camuflado sus carencias y ha lidiado de manera bastante impecable con sus problemas de ego, un logro nada sencillo cuando se trata con artistas. Y, además, ha sabido resisitir a la presión ambiental en los momentos en los que una parte de la afición, tan exigente como mal acostumbrada, le pedía menos prosa administrativa y más versos fulgurantes.

El partido frente al Levante fue una buena muestra de ese estilo pulcro, eficaz y desprovisto de ornamento que ha conducido al equipo a ganar la Liga y a seguir aspirando a todo lo demás. El Barça gobernó el juego desde el primer minuto y sometió al conjunto granota en un primer tiempo en el que acaso lo más destacado fue la inusual productividad de un poeta habitualmente retraído y melancólico como Coutinho, que generó buena parte de las ocasiones locales pero topó una y otra vez con el acierto de un Aitor Fernández en estado de gracia (y con el travesaño, en una falta lanzada con maestría).

Buena actuación de Coutinho

Valverde recompensó la buena actuación del brasileño dejándolo en la caseta en el descanso. Y no hay ironía en el comentario, puesto que el gesto se interpretó como una señal inequívoca de que el técnico cuenta con Coutinho de cara al once que saldrá el miércoles de inicio ante el Liverpool. Apareció en su lugar Messi y, en un acto de justicia poética definitivo, de la bota izquierda del rosarino salió el tanto que permitió al Camp Nou cantar lo de “campeones, campeones”. Aunque para hacerlo con total convicción aún hubo que atravesar unos minutos finales de angustia en los que el Levante encerró al Barça en su área y estrelló un balón en la madera.

Fue un final con suspense que hizo que la afición contuviera el aliento hasta la última página y solo pudiera dar rienda suelta a las emociones al acabar la lectura. Como ocurre con los mejores relatos. A partir del miércoles toca escribir otro.