escenas urbanas

Un vecino retrata con 4.000 imágenes el Raval confinado y a vista de balcón

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Patricia Castán

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El microcosmos de un pequeño balcón, en un barrio bullicioso como el Raval, en una ciudad confinada como Barcelona, en un país en plena batalla sanitaria, en un planeta sacudido por una pandemia impensable... también puede ser un volcán creativo, o un exorcismo contra la claustrofobia en estos tiempos de recogimiento. Asomando la cabeza a la calle y aferrado a su fiel cámara, un vecino fotógrafo empezó matando el aburrimiento (y acaso la curiosidad) a golpe de instantánea digital, hasta alcanzar una adicción tan prolífica desde su atril de la calle del Marquès de Barberà, que ya suma y sigue más de 4.000 imágenes inolvidables de un pedazo de barrio que palpita aunque le hayan echado el candado.

El visor de Joel Codina, cuyos clics laborales suelen tener un guión muy distinto, recorre como un periscopio todo lo que sucede a escasa distancia desde el mirador del loft que en estos días de encierro comparte con su pareja. «La única condición es que todo parte de este balcón, hacia el exterior o el interior. Pero no tomo fotografías desde el terrado comunitario ni otros puntos», relata por teléfono.

Y claro, el Raval es de por sí una mina, un filón que dejaría sin aliento hasta al voyeurista de ficción James Stewart. Pero desde su particular balcón indiscreto Codina no se ha topado con crímenes (de momento), sino con vida en mayúsculas. La que late en el balcón de cada convecino de fachada («vas haciendo amigos, y te piden las fotos»), la que se exhibe como un reality desde las ventanas de enfrente, o la que lucha por salir adelante mientras espera con angustia una ambulancia que tarda.

Porque el disco duro sin fondo de su confinamiento registra casi como un gran hermano lo bueno y lo malo de las jornadas más largas. Que si una abuela fumando con deleite en la balconada, que si una pareja compartiendo más mimos (o reproches) que nunca, que si un río solidario de aplausos cada tarde a las ocho, que si un trapicheo de drogas en plena calle, que si un sanitario ataviado como un astronauta al rescate de un contagiado, que si un crisol de nacionalidades y razas unidas casualmente por un territorio y momento, que si un grito a deshoras, que si una risa sonora que recuerda que en casa  se puede estar muy bien...

Enganchado a lo cotidiano y lo extraordinario

Codina se ha enganchado al torbellino de ese hiperactivo pedazo de calle, tocando a Unió, que exhibe casi sin pudor toda la humanidad del Raval, pero que no es una de sus vías más duras, enfatiza. Sin narcopisos a la vista, sin conflictos que ahoguen una convivencia vecinal más intensa que nunca.

El autor, de 45 años, considera su arsenal artístico patrimonio de los retratados, por lo que anuncia que en cuanto se levanten las barreras de la alarma y del miedo, imprimirá esos recuerdos históricos y los expondrá en plena calle. Sus protagonistas se los podrán llevar gratis, que por algo se han dejado plasmar en tiempos de virus y reclusión. Mientras, Joel suelta en monodosis de ese talento desde las redes sociales (instagram y twitter), sumando seguidores.

Promete más horizontes y superpicados hasta el final. Así que si levantan la vista paseando por el Raval, sonrían por si acaso.