Crítica de libros

'No te veré morir' de Antonio Muñoz Molina: el libro de los amores imposibles

La nueva obra del académico es una novela crepuscular a medio camino entre la memoria y la historia, entre lo colectivo y lo íntimo 

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El escritor Antonio Muñoz Molina

El escritor Antonio Muñoz Molina / A. Pérez Meca / Europa Press

Ricardo Baixeras

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Sobre las sutilezas del pasado. Sobre los abismos secretos que guardan los personajes con un presente ingobernable. Sobre la relación de ese pasado y presente con un futuro ambiguo y ambivalente que no pudo ser. Sobre un amor de juventud. Sobre la nostalgia que todo lo desgasta. Sobre la historia de un país envuelto por el color gris de una dictadura inacabable. Sobre la maravilla de las frases hechas. Sobre la imposibilidad de poder recuperar el tiempo perdido. Sobre la vida académica en las universidades americanas. Sobre la música clásica y muy especialmente sobre la figura de Pau Casals. Sobre la necesidad imperiosa de salir de España y respirar aires menos nocivos en el país de las oportunidades, EEUU: «Yo no sabía que no estaba aprendiendo a ser americano, sino a ser extranjero». Sobre la amistad perdurable. Y sobre la muerte enferma como horizonte de expectativa imposible. 

Con todos estos mimbres y a medio camino entre la memoria y la historia, entre lo colectivo y lo íntimo, Antonio Muñoz Molina (Úbeda, 1956) publica 'No te veré morir', una ficción trufada de algunos de los ingredientes que han caracterizado toda su obra como son la persistencia por aludir a un pasado que necesariamente debe ser relatado y que siempre es imaginado por confidencias propias y ajenas, una estructura narrativa limpiamente realista en la misma medida en que es intimista y que alude, en numerosas ocasiones, a vivencias personales tamizadas por el paso del tiempo tanto personal como histórico y un fraseo poderosísimo que envuelve al lector en una estructura narrativa arquitectónicamente perfecta.

La ficción está trufada de algunos de los ingredientes que han caracterizado toda la producción del escritor

Con una espléndida oración con la que abre el libro y que ocupa las primeras 73 páginas, oración sinuosa capaz de entremezclar pasado, presente y futuro como si fuera el ambage con el que consigue deslumbrar al lector y que bastaría para hacer de este libro un hito en su carrera, con este «Si estoy aquí y estoy viéndote y hablando contigo, esto ha de ser un sueño» inicia Muñoz Molina la historia entre Gabriel Aristu, director de banco, y Adriana Zuber, profesora de artes plásticas, cuya historia de amor se truncó súbitamente.

Cuarenta y siete años después se vuelven a encontrar pero ahora en situaciones muy distintas porque el tiempo ya ha hecho mella en ambos: él, casado con Constance, y ella, en el punto final de su vida en compañía de Fanny pero acechada por el veneno de una enfermedad terminal que entronca con el título de la novela y que reproduce un verso que la uruguaya Idea Vilariño escribió para Juan Carlos Onetti: «No volveré a tocarte./ No te veré morir». Solo en los sueños persistentes de Gabriel, según le confiesa a Adriana, han podido estar en la unión deseada y que no pudo ser ya que las «cosas llegan cuando ya no se desean. Parece que no desearlas es la condición previa para que no lleguen». 

Entre lo mejor del autor

Todo en esta novela crepuscular recuerda al mejor Muñoz Molina porque en ella se despliegan los saberes de un escritor capaz de transmitir al lector los claroscuros de la vida íntima en la que se sitúan los personajes, los principales y secundarios, que buscan todos ellos a su modo reconstruir sus propias vidas y que en el caso de los protagonistas pudieron ser muy distintas si Gabriel se hubiera quedado o si Adriana se hubiera ido con él a EEUU.

El viaje a América de Gabriel le abrió los parabienes de una vida alejada de las penurias que su padre tanto quería evitar, pero le convirtió en alguien muy distinto del que hubiera sido si hubieran vivido juntos: «Al alejarse de Adriana Zuber, de quien se había apartado era de sí mismo, de las mejores posibilidades que había en él. No es que la hubiera traicionado, ni que la hubiera olvidado. Lejos de ella había dejado de ser quien era; había abolido la vida que le correspondía, la identidad suya que solo cristalizaba por contacto con ella, en virtud de su influencia apasionada y lúcida. No había fingido ser otro, con histrionismo americano, por tener una vida completa lejos de ella, en otro país y en otro idioma; desligado de ella, simplemente había sido otra persona, sin necesidad de disimulo, con toda convicción, intoxicado por los alicientes de la vanidad y del dinero, de la sensación de poderío, la embriaguez del ascenso social».

Cuando el autor ubetense parece que ya ha alcanzado el cenit de su carrera, vuelve a deslumbrar a propios y extraños

Y, claro, está ese sobrecogimiento, ese efecto de cercana presencia desde la distancia de unas vidas truncadas por la historia que no pudo ser, sobrecogimiento brutalmente descrito por Muñoz Molina a través de una escritura deteniéndose en todo aquello que invoca la presencia ausente, los recuerdos olvidados, la figura deseada y deseante del primer amor, las palabras que no se pudieron decir en su momento y que ahora, en un último encuentro que ni es furtivo ni es en soledad, se recriminan el uno al otro como si la cotidianidad les hubiera vencido.

Es la combinación irremediable de unas vidas vulnerables que no han podido ni cambiar el mundo ni darle la vuelta al tiempo porque saben que, precisamente, tiempo es lo que ya no les queda. De ahí que Gabriel ya solo pueda engarzar consigo mismo y rememorar lo que no fue: «Quizás ahora le bastaba invocarla, ajena a la realidad, salvada del olvido, con la misma exactitud con la que revivía en silencio cuando estaba solo cada una de las frases demoradas del cello». Distintos espacios imaginarios y reales para que la rueda del tiempo anclada en la intimidad de ambos curse efecto como si de una escena vespertina se tratara: «Eran como dos antiguos amigos inclinándose sobre un álbum de fotos». 

Y, sí, claro, cuando Muñoz Molina parece que ya ha alcanzado el cenit de su carrera vuelve a deslumbrar a propios y extraños, se delecta y se demora en anotar en una partitura deliciosa las corcheas hipnóticas de una novela vocal escrita para ser releída con lentitud y entrega un libro magnífico, sabio en su serenidad y sereno en su sabiduría, y arrastra al lector a un torbellino de emociones que tienen nuestro rostro y que resultan inolvidables en su larga duración. 

'No te veré morir'

Autor: Antonio Muñoz Molina

Editorial: Seix Barral

240 páginas

19,90 euros