Eco televisivo de la tragedia

periodico

Un punto clave en la información televisiva de la catástrofe aérea fue la llegada de los familiares al aeropuerto de Barcelona. ¡Ah! Ese colosal despliegue de efectivos de todas las cadenas en busca de las familias que iban llegando, destrozadas, a mí me hizo temer lo peor. Temí los arañazos de las cámaras sobre estas personas rotas. Temí la búsqueda del dolor para transformarlo en espectáculo. Temí que la información televisiva, una vez más, derivase en aquelarre depredador, posándose sobre estos familiares con el único objeto de dar un repunte sensacionalista y morboso a costa del calvario ajeno. Debo decir en honor a la verdad que mis temores no se cumplieron. En general, el seguimiento de las cámaras a las familias que llegaban envueltas en lágrimas y aflicción, fue respetuoso. También es verdad que estos familiares pasaron rápidos, sin detenerse. Cuando uno acaba de ser golpeado de forma tan cruel no es la tele lo que busca, precisamente. Pasaron fugaces, envueltos en su aflicción, y salieron con igual celeridad y todavía más dolor, muchos de ellos camino del hotel Rey Don Jaime de Castelldefels, donde pernoctaron. Un hotel -ahora me viene a la cabeza- que en abril de 1972 fue también noticia, muy a su pesar, porque allí se suicidó el actor George Sanders.