Esperanza Aguirre: "La corrupción nos está matando a todos"
Fue un desconcierto en pleno domingo. Los focos están puestos en los pactos para la gobernabilidad y lo cierto es que nadie la esperaba. Esperanza Aguirre había tomado la determinación de dimitir como presidenta del PP de Madrid el sábado, tras echar el freno y analizar con frialdad los coletazos que ha dado la investigación de la trama corrupta de su partido en las últimas horas. El jueves, registro en la sede de Génova. El viernes, tuvo que dar explicaciones sobrevenidas en la Asamblea. La suma de ambos acontecimientos fueron el detonante y la lideresa decidió dar el que sea, quizá, su gesto más hábil y arriesgado. Dice adiós a su cargo como responsable política de los populares madrileños, al que se había aferrado como clavo ardiendo en las peores circunstancias, pero trata de apartar su imagen de una corrupción que desangra al PP y, a la postre, mantiene un lugar desde donde reconquistar, si el contexto se lo permite, su poder: la portavocía en un ayuntamiento de Madrid gobernado por Manuela Carmena y fuertemente cuestionado.
Aguirre llegó a la sede del PP con su fular de domingo, un gesto de dolor y esa soberbia desenvuelta que la acompaña. Fiel a su estilo, fue al grano. A diferencia de Mariano Rajoy, que el sábado en Murcia habló de la corrupción pasando de puntillas, ella asumió las consecuencias políticas de haber elegido a Francisco Granados, encarcelado desde octubre como presunto cerebro de la trama Púnica, como mano derecha. “Responsabilidad in eligiendo e in vigilando”, concretó Aguirre, que lanzó avisos a navegantes.
DOBLE MENSAJE
Uno, en Twitter. “La corrupción nos está matando a todos”. Y dos, en rueda de prensa. “Mariano Rajoy sabe muy bien lo que debe hacer”. De la conversación con el presidente del PP, la lideresa solo explicó que éste dijo que la comprende y que el resto queda en una charla privada que ella no desea desvelar, lo que hace aumentar, inevitablemente, el interés por un diálogo que se produjo el mismo domingo, poco antes de que Aguirre compareciese.
Quiso dejar muy claro que en ningún caso la corrupción mancha sus manos. "No soy la principal culpable, pero sí tengo la responsabilidad política y como soy una buena probritánica la asumo dimitiendo", explicó y detalló que si ahora tomaba esta decisión es porque los últimos datos que ha conocido apuntan a que Granados podría haber cometido actos ilícitos entre el 2004 y 2011, cuando era su cargo de confianza. La martillearon a preguntas. Pero solo lograron arrancarle lo que ella ya estaba dispuesta a entregar. “Yo no temo a nada, dijo”, media sonrisa, y se marchó, en un ejercicio de dignidad, 'accountability', estrategia política, o lo que el futuro escriba. Porque de momento es solo un golpe de efecto brillante.
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