últimas horas de una pesadilla en el magreb

El Gobierno trae de vuelta a casa a los cooperantes Vilalta y Pascual

Gámez desciende del avión tras aterrizar en el aeropuerto de El Prat, el 10 de marzo.

Gámez desciende del avión tras aterrizar en el aeropuerto de El Prat, el 10 de marzo.

BEATRIZ MESA / MAYKA NAVARRO
RABAT

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«Mi felicidad será completa cuando regresen también Albert y Roque», dijo el pasado 10 marzo al llegar a Barcelona, recién liberada aquel mismo día en una zona desértica al norte de Malí, Alicia Gámez, víctima junto a sus compañeros de la oenegé Barcelona Acció Solidària de un secuestro perpetrado por el ala magrebí de Al Qaeda el 29 de noviembre del 2009. Aunque sin la confirmación oficial por parte del Gobierno, la pesadilla de Albert Vilalta y Roque Pascual parece que llegó ayer a su fin.

La cadena de televisión de los Emiratos Árabes Al Arabiya dio un primer aviso a primera hora de la tarde. Anunció sin más detalles la liberación. Había que tomarlo simple y exactamente como la confirmación de que los dos cooperantes españoles ya no estaban en manos de sus captores, pero de ahí a afirmar que estaban fuera de peligro quedaba un mundo. En el Magreb, más difícil que el secuestro es la liberación, pues ese negocio criminal se lo disputan distintas facciones a menudo enfrentadas. El Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero no confirmó la noticia de la liberación y transmitió durante toda la tarde una tremenda preocupación porque la filtración de la buena nueva diera al traste con semanas y semanas de discretas negociaciones diplomáticas.

Los dos cooperantes viajaban ayer por la tarde por alguna carretera de Malí en dirección, se supone, a la vecina Burkina Faso, la puerta por la que Gámez salió en marzo de África. En el vehículo, no obstante, no iban acompañados por autoridades españolas o por agentes del Centro Nacional de Inteligencia (CNI). Al volante iba –según fuentes cercanas a la negociación– el intermediario del secuestro. No estaban, por lo tanto, en zona segura cuando el Gobierno insistía en no confirmar la liberación.

AVIÓN MILITAR / Aunque con la angustia de temer un paso en falso, las familias de Vilalta y Pascual tenían motivos para la alegría. No solo fueron alertadas desde la Moncloa de la posible inminencia de la liberación antes de que Al Arabiya diera el primer aviso, sino que, al menos en uno de los casos, incluso prepararon el viaje de la mujer de uno de los secuestrados para que, si todo se ajusta al guión deseado, vuele hoy en un avión de las Fuerzas Armadas Españolas para ir a recoger a su marido.

Los indicios de que el más largo secuestro protagonizado por la sucursal magrebí de Al Qaeda estaba a punto de llegar a su fin se habían ido acumulando uno sobre otro durante las últimas semanas. El más claro fue la inesperada extradición de Mauritania a Malí de un presunto integrante del grupo que en noviembre secuestró a Vilalta, Pascual y Gámez. Se trata de Omar Saharaui. Las autoridades mauritanas lo detuvieron y condenaron a 12 años de cárcel por su participación en los hechos. La pena, por alta, al parecer enojó a sus compañeros de fechorías, de modo que, de repente, su nombre fue puesto sobre la mesa de negociaciones como paquete extra además de los siete millones de euros que, al parecer, se exigían y se han pagado como rescate. De hecho, su excarcelación y extradición a Malí fue una clara demostración de que la maquinaria puesta en marcha por las autoridades españolas se movía.

Sin embargo, hubo otro indicio también muy claro en esas mismas fechas, aunque a ojos profanos pudo parecer lo contrario. El 14 de agosto, el líder de la rama más radical de Al Qaeda en el Magreb Islámico, el argelino Abdelhamid Abu Zeid, amenazó de muerte a los secuestrados españoles. Era un aviso terrorífico, pues es el mismo terrorista que días antes ordenó ejecutar al rehén francés Michel Germaneua tras la fallida operación militar de rescate organizada por los servicios secretos franceses en colaboración con los mauritanos. La cuestión crucial, sin embargo, era que Abu Zeid parecía dirigir su mensaje no a Occidente, sino a la rama más dócil (siempre en términos relativos) que secuestró a los cooperantes. En cierto modo, en la alambicada estrategia terrorista del Magreb, estaba expresando su temor a que las negociaciones con España estuvieran muy avanzadas.

ESTADO DE SALUD / Al cierre de esta edición, el lugar exacto por el que transitaban Vilalta, Pascual y el intermediario del secuestro era aún una incógnita para el Gobierno. Este estaba a la espera de tener un contacto directo con las víctimas de Al Qaeda, en especial para confirmar que el estado de salud de Vilalta es bueno, pues en el momento del rapto fue herido de bala en una pierna cuando trataba de huir. Con todo, gracias a Gámez y a que los propios secuestrados han podido llamar a sus familias se sabe que está bien.