Gente corriente

«Yo jugué con ventaja porque había superado un cáncer»

La esclerosis múltiple ha hecho de Enric Herrera un atleta. Ha transformado el obstáculo en reto. Haber superado antes un cáncer le ayuda

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Carme
Escales

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El verano del 2013 Enric Herrera (La Seu d'Urgell, 1972) regresaba de practicar submarinismo en Tailandia cuando notó que con su mano derecha no era capaz de sostener una lata de refresco. Le patinaba. Había perdido la sensibilidad. Recordó que alguien le había advertido que si tocaba el coral con la mano se le podían dormir los dedos. Así que, al llegar a casa, en Torrefarrera, fue al CAP y, efectivamente, tenía incluso restos de coral en un dedo que le extrajeron. Pero al día siguiente amaneció peor. Tenía todo el brazo dormido. Diversas pruebas acabarían confirmando su esclerosis múltiple.

-¿Cómo se sintió al recibir la noticia? Primero me asusté. Pero yo jugaba con ventaja. Había superado un cáncer, y esa otra enfermedad me enseñó lo que hoy es mi lema: nunca te preguntes por qué, es una pérdida absurda de energía. Y, aunque me sentía como en un bosque, desnudo, sin defensa, cuatro meses esperando la medicación para mi esclerosis, opté por ser positivo.

-¿Lo hizo por usted o por los suyos? Bueno, yo no soporto la compasión, y no quería que nadie a mi lado sufriera. Pero sobre todo lo hice porque sé que el 80% de la curación es el positivismo. Cuando no hay muchas otras armas, la mente es la más fuerte.

-¿Cómo se aplica el positivismo? Es tan sencillo como no pensar más que en buenas noticias, y dejar de lado los porqués. Mi fortaleza es no pensar en lo negativo, no me da la gana hacerlo, y ser muy cabezota ayuda, y es bueno. Tanto en el cáncer como en la esclerosis, yo pensaba: me alegro de que me haya llegado en un momento en que ya se conocen buenos tratamientos.

-¿Qué más puso de su parte? Ejercicio físico. Yo entonces no estaba en forma. Ni cuidaba mi alimentación, ni hacía deporte. Pero cambié el chip. Empecé a caminar y, caminando, me pregunté: ¿y por qué no correr? Y me busqué como preparador físico al exatleta olímpico Jackson Quiñónez, quería optimizar mi esfuerzo.

-Si la esclerosis múltiple comporta cansancio, ¿por qué aspirar a convertirse en atleta justo en ese contexto particular? Porque sentí que necesitaba un objetivo, un reto para obligarme. Así que me compré unas mallas y unas zapatillas y me propuse participar en una carrera de diez kilómetros. Y, una vez la hice, me pregunté ¿por qué no un maratón?

-Y se alistó al de Barcelona. ¿Lo seguía haciendo por usted o por los suyos? Un maratón es un reto lo suficientemente notorio para que -yo pensaba- si alguien sabe de mi enfermedad me deje de preguntar cómo estoy cada vez que nos encontramos. Porque lo que hace la gente cada vez que te pregunta sobre la enfermedad es recordártela. Y después del cáncer yo ya lo había decidido: fuera cáncer y fuera personas tóxicas en mi vida.

-Pero entenderá que incluso los que más le aman le pregunten cómo se encuentra. Mi madre y mi esposa son dos puntales en mi vida, y ellas son las que más me han ayudado en cierto modo. Cuidarme es el mejor regalo que les podré hacer siempre para agradecérselo. La cara de felicidad de mi esposa cuando acabé el maratón de Barcelona pagaba todo mi cansancio.

-¿Cómo le han ayudado esas mujeres? Mi mujer ni me ha exigido, ni ha sentido lástima de mí. Y no me ha dejado caer.

-¿Y su madre? Cuando yo tenía 3 años, nació mi hermano Xavi, con síndrome de Down, y tanto mi madre como mi padre fueron ejemplares en la normalización de ello, pioneros y valientes. Ante mis dos enfermedades, yo no he hecho más que replicar su actitud.

-¿Tiene ya un nuevo reto en mente? El maratón de Boston.