ANÁLISIS
El 'síndrome Felipe González'
PSOE y Ciudadanos tienen que expandir a la izquierda su pacto
Antón Losada
Profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Santiago de Compostela
ANTON LOSADA
Para aliviar el fracaso de su primer intento Pedro Sánchez no podía recibir mejor ungüento que Felipe González. Su renacido protagonismo ha resultado el mejor aliado. Nada moviliza más a las bases del PSOE que las afrentas a su legado. En pleno revival socialista de la teoría de la pinza para hacerle pagar su voto con el PP, la torpe decisión de Pablo Iglesias de viajar al pasado y echar cal viva en las manos de González, mientras reivindicaba a Otegi como preso político, parece uno de esos regalos que en política siempre se agradecen.
Si Iglesias tuviera argumentos más sólidos para explicar su voto no habría tenido que recurrir al fantasma de los GAL Es la otra buena noticia que deja al líder socialista una investidura que no ha ganado pero que le ha servido para despejar el camino. El goteo de voces que llaman a la reflexión en el seno de Podemos lo confirma. Antes que un discurso contra Sánchez, el líder morado intentó lanzar una arenga para inflamar a los suyos y prepararlos para los días de presión y pinza que vienen. Quiso protagonizar una secuencia épica de Juego de Tronos, pero le quedó algo más parecido a los gags castizos de comedias como La que se avecina y puede que las piernas empiecen a temblar.
Aunque a muchos les parezca que nada ha cambiado, la situación se ha aclarado y algunas incógnitas se van despejando. La primera es que la gran coalición se antoja imposible mientras continúe Mariano Rajoy y el PP no va a cambiar a su candidato para entregar el Gobierno a otro. Antes probará suerte en unos comicios.
La segunda incógnita resuelta es que Pedro Sánchez se mantiene como el único candidato viable. La agresividad popular ha dejado a Albert Rivera sin margen para cambiar de pareja aunque quiera y a Rajoy sin socios para reclamar el encargo del Rey.
Continúa sin solución la incógnita sobre si habrá Gobierno o si acabaremos volviendo a las urnas pero la disyuntiva planteada ha variado notablemente. Ya no se trata de elegir entre una gran coalición que se ha revelado imposible y una mayoría de izquierdas que solo existe con la abstención de las derechas nacionalistas. La decisión de negociar conjuntamente por parte de PSOE y Ciudadanos deja claro que ahora se escoge entre un gobierno de vocación transversal o nuevas elecciones.
A Podemos le toca decidir si se empeña en su cada vez más complicado veto a Ciudadanos o se sienta. Pero Sánchez y Rivera también afrontan su parte en el dilema. Ni la teoría de la pinza, ni agudizar las contradicciones entre IU, Compromis y Podemos debiera conformar su única estrategia. Igual que se asumió el riesgo de suscribir un pacto transversal, ahora debieran arriesgarse para incluir a su izquierda expandiendo el acuerdo por el lado donde aún queda espacio: las políticas económicas.
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