Sideral

La vida pinchando

Héctor Castells firma una biografía singular del DJ fallecido  de sobredosis a los 32 años tras haber revolucionado la escena de la música electrónica en la loca Barcelona posolímpica.

EN ACCIÓN. Sideral, alias de Aleix Vergés, en el festival Groove Parade de los Monegros, en el año 2002.

EN ACCIÓN. Sideral, alias de Aleix Vergés, en el festival Groove Parade de los Monegros, en el año 2002.

JUAN MANUEL FREIRE

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«Fue mi único amigo durante los años más chungos de mi vida», dice el experiodista Héctor Castells sobre Aleix Vergés, alias Sideral, DJ símbolo de la modernidad barcelonesa en los 90. «Y fui testigo de su crecimiento, de su primera guitarra, de su primer concierto, de su primer polvo, de su primera pastilla y de su primer ataque de pánico. De todo, hasta el final».

 

Vergés falleció en el 2006, a los 32 años, a causa de una parada cardiorrespiratoria provocada por una sobredosis de droga. Al día siguiente debía ir al País Vasco para empezar a grabar un disco de pop que llevaba dos años preparando. Era un proyecto ansiado para el antiguo componente del grupo Peanut Pie y gran promulgador de la comunión entre pop y electrónica desde las cabinas; todo un referente para los jóvenes de Barcelona que soñaban con parecerse a la gente que salía en The Face.

 

Héctor Castells (Barcelona, 1974) cuenta su gran historia truncada en una personal biografía de 550 páginas, Sideral. Estrella fugada, lanzada estos días por la editorial Contra. «El libro es una respuesta al pequeño trauma generacional que supuso la desaparición de Aleix», dice un biógrafo al que quizá podríamos llamar novelista, porque el libro puede leerse como una novela épica, o poeta, por las imágenes alucinadas que abundan.

Parcialidad pasional

Se supone que alguien muy cercano a un homenajeado no puede dar una visión justa del mismo, pero Sideral. Estrella fugada tampoco lo pretende. Castells, que aparece en el libro bajo el alias de Hache, opta desde el principio -y hasta el final- por una parcialidad pasional producto de la cercanía. «Me he decantado por desnudar mi mirada, por recrear muchas situaciones que presencié y otras muchas que me han contado. Porque solo empecé a escribir después de realizar más de cien entrevistas. Y de transcribirlas. Digamos que el proceso de investigación fue periodístico».

 

Entre los entrevistados figuran los familiares del fallecido, que abrieron todos los álbumes de fotos habidos y por haber, su discoteca, todo. «Y está también mi memoria», añade Castells. Lo que no ha revisitado es Extrañas criaturas, el discutido libro de Jo Alexander inspirado en el personaje del DJ fallecido.

Inevitablemente, este relato íntimo es por extensión, dado el carácter icónico de Sideral, el retrato de una época: esa Barcelona posolímpica cuyas madrugadas vibraban a ritmo de techno y en la que el éxtasis causaba estragos. «Era un mundo analógico e inmaduro, como la historia universal de la juventud antes del siglo XXI. La electrónica cayó como un meteorito en un universo cuajado de pop y de psicodelia. Y las pastillas matizaron los estilismos», dice Castells con un estilo parecido al de su libro.

Cuando aparece la palabra nostalgia, afirma que eso es «una enfermedad del alma, una prima bastarda de la melancolía que provoca que veamos campos de trigo y puestas de sol allí donde solo había un descampado lleno de agujas». H