entrevista

Cecilia Freire: "'Velvet' funciona porque hace soñar"

La actriz interpreta a Rita en la serie de Antena 3, que regresa hoy con nuevos capítulos

Cecilia Freire

Cecilia Freire / periodico

MARISA DE DIOS / BARCELONA

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Antes no solía coger una aguja porque se considera "bastante manazas" y ahora, Cecilia Freire (Madrid, 1978) se ha convertido en una de las costureras más mañosas de 'Velvet' (Antena 3, lunes, 22.40), donde interpreta a la jovial Rita. Sus vaivenes para entablar una relación con Pedro (Adrián Lastra) ponen muchas de las gotas de humor a la serie, aunque también la están haciendo sufrir. Desde que dejara el papel de la introvertida Blanca, la profesora de Literatura de 'Física o Química', la actriz se ha volcado en el teatro, su gran pasión, montando su propia compañía, La Bipolar.

--En esta segunda temporada estamos viendo a una Rita distinta, que ha estado entre dos hombres, Pedro y Adolfo. ¿La veremos por fin desmelenarse? 

--No del todo. Ha salido de su zona de control pero lo más que hace es ir al Pausa a tomarse algo. La belleza de Rita radica en la sencillez, en la rutina, en las pequeñas cosas, en la labor de la hormiguita trabajadora. Por eso creo que darle determinados límites la agranda. No olvidemos que es una mujer de su época, de 1958, y supongo que hay cierto confort en esa actitud de no buscar más allá. Yo lo puedo llegar a entender, pero no lo comparto, porque he sido educada para trabajar en Madrid o donde sea. 

--¿Cómo se hubiera sentido usted viviendo en 1959, con el papel que tenía la mujer en la sociedad? 

--De primeras me agobiaría pensando en el machismo, pero desgraciadamente no hemos evolucionado todo lo que deberíamos. Supongo que hemos tenido una liberación parcial, que se nos ha vuelto un poco en nuestra contra. Trabajamos mucho, no ganamos lo mismo que los hombres, tenemos que estar guapas, delgadas, ser simpáticas, sexis pero no demasiado vulgares, llegamos a casa y se espera siempre de nosotras un poquito más...

--Rita es una buena hermana, una buena amiga, una buena trabajadora... ¿No cree que es demasiado perfecta? 

--Todo depende del prisma del que se mire. Es una buena amiga, pero perdió el vestido de novia de Cristina; es una buena hermana pero no le ha dicho a Clara que le ha comido la boca a Pedro. Acabamos de ver que también puede ser una buena mentirosa. Habrá un debate ético interesante y luchará por lo que quiere de una manera un poco diferente. Perfecta no creo que sea.

--Su personaje es uno de los contrapuntos cómicos de la serie. ¿Es usted tan sarcástica como ella? 

--Sí, me gusta el sarcasmo porque tiene que ver con el ingenio. Aunque tengo un humor más oscuro.

--¿Oscuro? 

--Por ejemplo, ¡no me hacen gracia los chistes! Es algo terrible que me pone en situaciones incómodas. Y, de repente, me puede hacer gracia algo más sórdido como la caída de alguien. Así que soy más proclive al humor negro.

--Participó en 'El club de la comedia'. ¿Le gusta hacer reír? 

--Me parece una terapia estupenda, y más en los tiempos que corren. Pero luego a la hora de que me hagan reír a mí soy un poco más complicada...

--Con su imagen, le suelen dar papeles de buena. ¿No le gustaría hacer de mala? 

--¡Por supuesto! Me encantaría ser una mala de manual, pero necesito un director de casting que vea más allá de mi imagen. Un personaje que me fascina es lady Macbeth. Siempre digo que una persona puede tener mucha luz, pero también el mismo grado de oscuridad. Por eso reivindico a los actores cuando les dicen que siempre hacen lo mismo. ¡A lo mejor es lo único que les ofrecen!

--Usted ha comentado que en su juventud era más macarra. Cuesta creerlo... 

--Lo que pasa es que entré en la escuela de interpretación de Cristina Rota con 14 años y si a esa edad tienes que trabajar con tus vivencias, había que poner la quinta marcha. Para mí fue una época de experimentar, fue el momento de raparme la cabeza, de tener el pelo rosa, verde, morado, azul... Y todo eso, en cierta medida, me vino bien.

--¿En qué sentido? 

--Porque me rapé la cabeza para un cortometraje en el que interpretaba a una chica con cáncer. Acto seguido hice la prueba para la película 'Sin vergüenza' y Joaquim Oristrell me dijo que le había hecho mucha gracia mi casting porque parecía una terrorista irlandesa. Así que ese look me dio para hacer algo distinto.

--¿Ahora se lo pensaría más antes de hacer algo así? 

--Con la edad te vuelves más conservadora, sobre todo siendo actriz, ya que tengo que hacer de todo. Si tienes la imagen lo más neutral posible siempre puedes tirar mejor hacia un lado o el otro. Pero estaría encantada de teñirme el pelo, de ponerme lentillas, de engordar o adelgazar para un papel... 

--¿Qué le queda de toda esa etapa rebelde? 

--El inconformismo. Me considero una mujer bastante impulsiva, espontánea, pasional en todo lo que hago y supongo que viene de esa parte más guerrera de aquellos años en lo que tuve que pelearlo mucho. Ahora, por ejemplo, estoy detrás de un personaje teatral y no me frena una negativa en un primer momento, así que soy guerrera.

--Pero usted montó hace unos años su propia compañía, La Bipolar. 

--Pensé: "Si hay un determinado tipo de obra que a mí me gustaría como espectadora y no se está haciendo y unos personajes que no me ofrecen, ¿por qué no hacerlos en el teatro de una manera independiente?". Así que decidí que era un buen momento para arriesgar y hacerme empresaria. Uno debe tener cierta independencia creativa porque estar en casa esperando a que suene el teléfono es muy desesperante. Hicimos nuestro primer montaje, 'Huevo', y ahora tenemos en proyecto el segundo. Los trabajos televisivos te dan un poco de estabilidad económica y hay que reinventirlo en cultura.

--Tal y como están las cosas en el sector, y con el IVA cultural, es toda una aventura hacerse empresaria teatral... 

--Absolutamente. El 21% de IVA es devastador, pero no hay momentos perfectos. Me gusta mucho una frase que dijo Al Pacino en el making of de Scarface: "Los que dicen que es imposible no deberían interrumpir a los que lo están haciendo". Es una buena máxima. Yo no conecto con el discurso victimista.

--Desde 'Física o Química' no había vuelto a hacer tele. ¿Por qué? 

--Estaba buscando un proyecto interesante y, además, en el teatro me siento muy a gusto, para mí es como una droga. Estuve haciendo varias obras, microteatro, actúo con una compañía de improvisación, Jamming, que es una especie de deporte mental que me mantiene ágil...

--Y llegaron 'Velvet' y Rita. ¿Cómo lleva lo de la costura? 

--Fatal. Soy bastante manazas. De hecho, los trabajos de diseño del colegio me los hacía mi hermana. Antes de rodar nos hicieron unos tutoriales y he aprendido a disimular, que es de lo que se trata en nuestra profesión.

--Ana (Paula Echevarría) y Alberto (Miguel Ángel Silvestre) son los protagonistas de 'Velvet', pero su personaje y Pedro (Adrián Lastra) son quizá la pareja más querida. ¿Lo nota en la calle? 

--¡Claro! Son dos personajes que despiertan mucha ternura y entiendo que la audiencia se identifique más con ellos porque tienen algo cercano, transparente y espontáneo que al público le suena más de su día a día. Su empatía se vuelca más en ellos, la clase más modesta, sobre todo ahora que la gente está intentando vivir sin grandes lujos.

--Pero 'Velvet' no refleja para nada la España de los años 50. Muestra un país de lo más idílico, con un estilo muy americano, cuando se estaba en plena dictadura. 

--Es algo buscado. Hay un montón de temas importantísimos por los que la serie pasa por encima, como el analfabetismo, la religión, el fascismo... Ahora estamos pasando por una crisis y creo que lo último que quiere ver la gente es lo que está viviendo en su día a día. La serie funciona porque es un momento para soñar. Para todo lo demás, ya están los informativos.

--En la serie, también es idílico el vestuario. Confiese: ¿No se lleva ningún modelo a casa? 

--¡Pero sin son incomodísimos! Quedan muy bien, pero son terribles de llevar, no son nada prácticos. En mi vida diaria, no me complico, el 90% de las veces voy con la cara lavada y vaqueros. Soy coqueta, pero con un estilo muy casual.

--Veo que comparte con su personaje la misma verborrea... 

--(Ríe). Supongo que lo de improvisar me facilita la asociación de pensamientos. Pero en el día a día soy más seria, callada, observadora e introspectiva. Por ejemplo, disfruto mucho de la soledad, que es algo que la sociedad no potencia. Me gusta mucho ir al cine y al teatro sola, viajar sola...

--Tampoco le interesan mucho las redes sociales. 

--Pienso que si mi vida cobra más protagonismo que mis personajes estoy robando parte del encanto de mi trabajo al espectador, que aun sabiendo de primeras que lo que está viendo es mentira se establece la catarsis. Entonces, el hecho de que el público sepa si tengo novio, marido o si me gusta el pádel me lo guardo para mí porque creo que lo puedo utilizar para mis personajes. Ser un poco ambigua y cultivar determinado misterio creo que es importante en mi profesión.

--Estudió teatro en la Royal Academic of Dramatic Art de Londres. ¿No se plantea trabajar fuera? 

--Me gustaba la idea de estudiar fuera para traer a España lo que había aprendido allí. Pero siempre me imagino a las actrices que trabajan en el extranjero solas en un hotel y no es la misma soledad de la que te hablaba antes. Con eso y la competitividad que hay, no me veo...