La voz de la experiencia

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EXPEDICIÓN MALASPINA / 10 de marzo del 2011

Dolors Blasco (izquierda) y Marta Estrada, en la cubierta del 'Hespérides'.

Dolors Blasco (izquierda) y Marta Estrada, en la cubierta del 'Hespérides'. / periodico

LUIS MAURI / Enviado especial a bordo del 'Hespérides'

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España está llevando a cabo la mayor misión de investigación marina de su historia. La Expedición Malaspina es un ambicioso proyecto científico de escala mundial. Pero la oceanografía española no siempre gozó de este nivel. Hace 40 años, los investigadores que querían hacer trabajo de campo se veían obligados a alquilar una barca de pesca, salir de puerto de madrugada, alejarse mínimamente de la costa y regresar a tierra al caer el sol. Eso era todo. Eso o conseguir plaza en un buque oceanográfico extranjero. En España no había ninguno.

Lo recuerda a bordo delHespérides, en pleno océano Índico, la bióloga reusense Dolors Blasco, de 68 años. Esta será su última campaña de investigación. Blasco cumplirá 69 embarcada, dentro de unos días, navegando entre los puertos australianos de Perth y Sídney. A los 70 se jubilará.

A finales de la década de los 60, Blasco, la más veterana de los expedicionarios de Malaspina, salía una vez al mes con otros ocho o nueve colegas a bordo de una barca pesquera. En el grupo solo había dos mujeres; hoy son mayoría en el equipo científico del 'Hespérides'. "En aquella época, hubo que pagarle un extra al patrón de la barca para que instalara un lavabo para nosotras", relata la experta bióloga.

Su colega Marta Estrada, nacida en Granollers hace 64 años, también embarcada en elHespérides, atesora igualmente una larga experiencia, aunque no llegó a conocer la época de las barcas pesqueras. Cuando ella empezó, España acababa de dar el primer paso. El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) había estrenado su primer buque oceanográfico, elCornide de Saavedra. Despuntaban los años 70. El Sáhara aún era colonia española y el Gobierno había puesto en marcha un programa de prospección en el rico banco pesquero sahariano. "El objetivo eran las investigaciones pesqueras, pero los científicos aprovechábamos para hacer también estudios con otros objetivos", precisan al unísono Blasco y Estrada.

Conocer el mar de primera mano

Entre ambas suman casi una cincuentena de campañas oceanográficas. Con esta incursión en el Índico, Estrada ha navegado por todos los océanos del planeta. A Blasco le faltan las aguas árticas y las antárticas. "No se trata de de coleccionar mares" --explica Estrada--. "Pero si te dedicas a estudiar los océanos, debes conocerlos de primera mano, navegarlos; cada mar es distinto".

Las dos hicieron sus tesis de doctorado bajo la dirección del tótem de la ecología en España, Ramon Margalef (1919-2004). "El doctor Margalef", como pronuncian ambas con honda veneración, con un ligero pero perceptible énfasis en la palabra doctor. No se permiten apear ni una vez el tratamiento cuando hablan de él. La tesis de Blasco fue la primera que dirigió Margalef en la Universitat de Barcelona, en 1971. Estrada leyó la suya cinco años después. Ambas consiguieron plaza en el Instituto de Investigaciones Pesqueras, en Barcelona, precursor del Institut de Ciències del Mar (ICM), del CSIC. Entonces, los ordenadores guardaban más parecido con un dinosaurio antediluviano que con cualquier equipo actual y, en telecomunicaciones, muchas conferencias telefónicas aún requerían de la intervención de una operadora. Blasco trabajó luego en Estados Unidos y Canadá, con su marido, también oceanógrafo, y de vuelta en Barcelona dirigió el ICM entre el 2000 y el 2008.

En los primeros 90, con la botadura delHespérides, la oceanografía dio el gran salto adelante en España, coinciden ambas. La investigación española nunca ha nadado en la abundancia. Tampoco ahora, por supuesto. Pero Estrada y Blasco recuerdan tiempos pretéritos de auténtica y literal penuria. "Carecíamos casi de todo. Cuando trabajábamos en proyectos en los que participaban colegas extranjeros aprovechábamos para proveernos de material. Había unas pipetas de un solo uso que, cuando las desechaban los estadounidenses, las recogíamos nosotros para volver a usarlas". Así estaban las cosas. Rayando la mendicidad. "Pero, en cambio, quizá había más pasión, más entusiasmo que ahora", apostilla Blasco.