El tabú no se toca en clase

En silencio 8 Alumnos del instituto Icària de Barcelona forman una cadena humana alrededor del centro por los hechos del Joan Fuster, el martes.

En silencio 8 Alumnos del instituto Icària de Barcelona forman una cadena humana alrededor del centro por los hechos del Joan Fuster, el martes.

MARÍA JESÚS IBÁÑEZ/ BARCELONA

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Cuando Xavier Cererols llegó a clase el lunes por la tarde, tras la pausa del mediodía, casi todos sus alumnos de quinto de primaria estaban ya al corriente de lo que esa mañana había ocurrido en el instituto Joan Fuster de Barcelona. «No hizo falta explicarles qué había pasado. Realmente en eso, en obtener información, van todos un paso por delante de los adultos», cuenta este profesor del colegio público La Font d'en Fargas de la capital catalana. De hecho muchos estudiantes de centros de toda España aprovecharon las horas en que el perfil de Facebook del agresor estuvo activo para entrar en él y conocer detalles de su vida. Algunos incluso dijeron haber conseguido su número de teléfono móvil.

«En estas condiciones -prosigue Cererols-, lo mejor que podemos hacer los maestros es tratar de resolver sus dudas, sus porqués». Complicada tarea.

Los trágicos hechos del Joan Fuster han trascendido más allá del instituto. Todos los centros catalanes, públicos y privados, mantuvieron el martes un tiempo de silencio -un minuto, dos, cinco...- para mostrar su consternación ante lo sucedido.

«Y casi todos ellos han apostado por utilizar esos minutos como acción educativa, adaptada, evidentemente, al nivel de cada clase», señala Montse Ros, secretaria del área de Educación en CCOO en Catalunya. «Creo que la comunidad docente de Catalunya ha dado un gran ejemplo con la digna reacción que ha tenido en todo este asunto», reivindica Ros.

El objetivo era que los minutos de silencio no se acabaran convirtiendo en papel mojado, sino que sirvieran también para reflexionar, para tratar el tema en clase, para aprender. ¿El qué? Esa es la cuestión.

Sin instrucciones concretas

A falta de una instrucción precisa de la Conselleria d'Ensenyament, que de forma genérica recomienda a los centros educativos que aprovechen los asuntos de actualidad que vayan surgiendo para adaptarlos y debatirlos en clase con los alumnos, en esta ocasión cada centro -o cada profesor- ha aplicado su propio criterio a la hora de abordar el tema. «De hecho, algunos aún lo estamos tratando», afirma Llum Sanmartín, profesora de un instituto de secundaria en L'Hospitalet de Llobregat.

Unos, la mayoría, han optado por hablar con sus alumnos sobre la violencia. Otros, los menos, se han arriesgado a introducir a sus estudiantes en la siempre espinosa cuestión de las enfermedades mentales.

El instituto Torre del Palau, en Terrassa, es uno de los que han apostado por empezar a romper el tabú en torno a estas patologías. «No ha sido solo por lo ocurrido en el Joan Fuster. De hecho, es un tema que tratamos desde hace un tiempo y que también salió a colación cuando hablamos sobre Andreas Lubitz, el piloto del avión de Germanwings», detalla Evaristo González, director del centro.

En su opinión, «la de las enfermedades mentales es una realidad a la que los institutos no podemos ser ajenos. En casi todos los centros hay algún alumno con algún trastorno o que recibe alguna medicación», sostiene González. Por eso, prosigue, sus alumnos participarán en una jornada sobre salud mental, organizada en colaboración con el Hospital Sant Joan de Déu, «para que vayan conociendo qué son estas enfermedades y vayan desterrando tabús», afirma.

Si los problemas de salud mental tienen menos presencia en las aulas, «posiblemente es porque afectan a casos puntuales. No es un tema del que los chicos hablen habitualmente», reflexiona Marisa Oliva, madre de una joven que estudia bachillerato y un muchacho de segundo curso de ESO. «Entiendo que es normal que en clase hablen de asuntos que les son más cercanos, como la seguridad en internet o las adicciones», dice esta progenitora de Sabadell.

Oliva ha hablado del tema con su hijo pequeño, «que tiene la misma edad que el chico del Joan Fuster». Lo ha hecho «tratando de no magnificar lo ocurrido y él ha entendido que se trataba de un chaval al que se le fue la pinza, según me dijo».

Más impresionado está Iván, alumno de cuarto de ESO, que el martes dedicó la clase de Inglés en su instituto de Barcelona para hablar del asunto. «Lo he visto preocupado. Y no por la violencia del hecho, sino porque no logra entender cómo un chico como él puede haber llegado a sentirse tan mal», explica Teresa Pérez, su madre.