Las opiniones

Mitos a gorrazos

Juan Manuel Sánchez Gordillo, político y sindicalista.

Juan Manuel Sánchez Gordillo, político y sindicalista.

ARTEMIO BAIGORRI

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

DecíaJeanBaudrillard (hasta los posmodernos serán clásicos) que el marco de la vida social ya no es la producción, sino el consumo, nítido factor identitario y de agrupación social. Incluso los votantes son hoy consumidores estafados por la falsa publicidad. En el libroBotellón. Un conflicto posmoderno (2004) mostrábamos que el consumo es también el espacio del conflicto social.

El atraco a carrito armado que nos ocupa confirma la teoría. Pues hace unas semanas las huestes deJuan Manuel Sánchez Gordilloretomaron el ritual de las ocupaciones de fincas y nadie les prestó atención; pero la ocupación de uno de los más deseados templos del consumo españoles no podía pasar desapercibida. España toda, y muy probablemente Europa, se pone en guardia: ocupar una finca propiedad de un Ejército sin presupuesto y sin ganas es un esperpento, pero ocupar los anaqueles de un supermercado es un sacrilegio.

No hay tiempo ni espacio aquí para profundizar en ese producto (mediático como el subcomandanteMarcosy todos los seudorrevolucionarios de la urbe global de menos de 70 años) que reina desde hace décadas en ese experimento no sé si comunista, pero sí subsidiado. Tampoco para analizar esa construcción mediática no menos habilidosa, Mercadona, que ha conseguido hacer creer a millones de españoles que pueden sentirse un pelín por encima de quienes no consumen productos Hacendado, convirtiendo a su presidente en elgurú de moda.

Dos mitos

Pero es inevitable conectar ambos mitos, pues acabamos de ver una pelea entrebaby boomers,esa generación de entre 60 y 70 años que creció marcada por el espíritu (más bien obsesión) de logro, la modernidad, el crecimiento, la experimentación, el individualismo y la obsesión por el poder. Una pelea más en el recreo del colegio, entre el líder de los mocosos subsidiados / complementados con la leche americana, y el pimpollo aplicado que llegaba con su buen bocadillo de mortadela (lujo asiático).

Unos, en un lado, afirman que el éxito de su negocio se basa en aplicar la ley de la verdad universal de la reciprocidad, que resumen en tres verbos: dar (satisfacer a las personas), pedir (lo que se necesita) y exigir (si no se cumplen los compromisos). Y los otros, en el otro extremo, aplican la misma verdad universal (versión marxismo-leninismo), con idénticos verbos: dar («lo que me pidan los míos»), pedir (al consejero de turno) y exigir (amenazar con ocuparle la consejería o hacerle una huelga de hambre).

Ah, un secreto: el líder de los mocosos no pasaba hambre; era del mismo barrio que el pimpollo. Quizá solo estaba resentido porque no había podido ligar con su hermana. Ni siquiera fue él quien le tiró la piedra, únicamente azuzó a otros para que lo hicieran. Horas más tarde dijo: «No me pueden hacer nada, porque yo no pisé el supermercado (…) solo hacía maniobras para distraer a la policía». Otros daban la cara.