EEUU y México, epicentros de la producción y de la epidemia

IDOYA NOAIN / NUEVA YORK

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En un análisis del 2005 la revista Slate vio que 70 pueblos, ciudades y condados de Estados Unidos se habían ganado en prensa el título de «capital mundial del methEl dato es más que anécdota. Representa la culminación de décadas de transformación de la metanfetamina, que pasó de ser una droga de moteros, camioneros y estudiantes en el oeste a la epidemia actual, que se ceba en zonas rurales y pobres.

Aunque algo moderada por medidas que han puesto freno al acceso a la efedrina, la pseudoefedrina y los llamados químicos «precursores», la crisis persiste. En parte lo hace por el trabajo de los cárteles mexicanos; en parte por la activa resistencia de la industria farmacéutica a la regulación y en parte por la relativa facilidad para fabricar en laboratorios caseros. En cualquier caso, México y Estados Unidos sigue siendo epicentro de producción y consumo.

FÁRMACOS ANTICATARRO

Los datos del último informe de la ONU lo constatan. Casi dos tercios de las incautaciones mundiales en el 2012 se dieron en Norteamérica (29 toneladas en EEUU y 44 en México) y subió el número de laboratorios localizados: 12.857 en EEUU y 259 en México (100 más que en el 2011 y en su mayoría de producción industrial). Respecto al uso, los datos del Instituto Nacional de Abuso de Drogas de EEUU hablan de 1,2 millones de personas que consumieron metanfetamina en el 2012. La media de edad del 10% que lo hizo por primera vez: 19,7 años.

La metanfetamina (o, en EEUU, crystalcrankglassice o tina) empezó a aparecer en EEUU en los 60 y 70 y cuando el Gobierno restringió el acceso a su compuesto básico, la fenilacetona, los productores empezaron a usar la efedrina y la pseudoefedrina, base de medicamentos para el catarro. Animada por la victoria contra los quaaludes (fármacos que se usaban como droga recreativa) la agencia antidrogas (DEA) intentó entonces regular esas sustancias, pero topó con la industria farmacéutica. Los quaaludes se vendían con receta y generaban poco negocio; los medicamentos contra el catarro movían 3.000 millones.

En los 90 la crisis estalló. A cada freno la industria lograba colarle un agujero, que aprovechaban los productores de metanfetamina. Cuando se obligó a mantener controles de la efedrina se pasó a la pseudoefedrina. Cuando esta también se reguló se siguió permitiendo su venta si iba en tabletas de varias pastillas.

Entonces California era el núcleo de producción pero esta empezó a extenderse y para el 2000 habían proliferado los laboratorios, muchos caseros, donde la metanfetamina se produce en un tóxico y peligroso proceso que extrae la pseudoefedrina y la combina con productos de fácil acceso como disolvente, combustible, fósforo o litio de pilas.

En el 2005, ante la evidente epidemia, se aprobó una ley federal que obligó a poner los medicamentos tras el mostrador (aunque sin receta) y limitó la cantidad que puede comprar un individuo. Los incidentes en laboratorios cayeron un 61%.

No obstante, persiste una crisis cuyo coste para EEUU un estudio del 2009 cifró entre 16.000 y 48.000 millones al año. Sus capitales ahora son Missouri, Kentucky, Tennessee e Indiana y aunque ha habido éxitos en Oregón y Misisipí, los únicos estados que obligan a comprar con receta los fármacos y que han visto caer radicalmente adicción y crimen, el reto persiste: otros 23 estados han fracasado en el intento.