Dos toneladas de una tacada

Un agricultor de Castelldans sufrió tras bajar la guardia el robo de 2.000 kilos de almendras

RAFAEL MORALES / TARRAGONA

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Gerard Gómez, un joven agricultor de Castelldans (Garrigues), empezó la cosecha de la almendra en septiembre con el temor de sufrir algún robo. Eso es al menos lo que demuestran los paseos en moto que casi a diario daba, a deshoras, por algunas de las 20 hectáreas de fincas con árboles frutales que cultiva la familia. A medida que fue avanzando la cosecha de la almendra y en vista de que no ocurría nada, fue espaciando sus patrullas, pero sus temores se confirmaron finalmente. «Me robaron unos 2.000 kilos de fruta en una finca de tres hectáreas que ya estaba preparada para la recogida», lamenta.

Llegó con la moto y vio cinco cubos y un palo de los que se utilizan para recoger la fruta, una señal inequívoca de que varias personas que estaban robando almendras huyeron al oírlo llegar. «No puse denuncia porque creo que es una pérdida de tiempo», explica este joven de 25 años. Al precio de mercado de las almendras con cáscara, lo sustraído ronda unas pérdidas de 4.000 euros.

«En el pregón ya advirtieron de que estuviéramos vigilantes y que denunciáramos la presencia de cualquier vehículo o movimiento de gente sospechosa». Gómez, que deja ver la poca fe que tiene en la policía y en la justicia, se refiere al pregonero moderno que es el servicio de megafonía que sirve para informar a los vecinos en los pueblos pequeños, como es el caso de Castelldans, que apenas tiene 1.000 habitantes censados.

Familias enteras

Se aventura a decir que «probablemente era una familia entera» la que estaba robando. «Me da igual sin son españoles o de otros países, la cuestión es que el daño ya está hecho y cada vez es peor», comenta Gómez.

Lo que está claro para este agricultor es que este año ha habido más robos que en otras temporadas. «Es la primera vez que me roban», aclara, pero en el pueblo a casi todos los payeses les ha pasado alguna cosa. «Son personas de toda clase y nacionalidad, es igual de dónde sean, la cuestión es que nos roban la cosecha y que ya no son pequeñas cantidades, sino que van en grupos y se llevan cientos de kilos de fruta», describe para no entrar en detalles sobre el perfil de los ladrones.

En esta temporada de la almendra que está a punto de finalizar -«el jueves pasado acabamos el trabajo gordo y ahora ya apenas queda recoger lo que está por el suelo», indica Gómez- les ha sorprendido la nueva manera de actuar de los ladrones. Años atrás detectaban robos puntuales de fruta en los árboles pero de poca importancia en comparación con lo que está ocurriendo este año.

Los ladrones actúan en grupos, llevan furgonetas y van preparados con lonas que extienden en el suelo, mazas para hacer caer el fruto y cubos para recogerlo. «Si roban almendras es porque alguien las compra», explica Gómez para poner el punto de mira de la culpa en la venta ilegal.

Explica que él tiene que certificar la procedencia de su fruta y tener la documentación en regla para poder venderla. «No sé qué hacen con la almendra que roban, pero está claro que en algún sitio la venden», insiste para destacar la importancia no solo de vigilar el campo, sino de cerrar los canales que se utilizan en la venta ilegal.

«Al principio de la campaña, los Mossos se incautaron de algunas partidas en almacenes que no supieron justificar su procedencia», aporta Sisco Esquerda, dirigente del sindicato agrícola JARC. «Es fácil robar, solo tienen que extender una lona y coger el fruto», dice.

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