Gente corriente

Asya Yavryan: «Abría la puerta de mi casa y ahí estaba, el monte Ararat»

Inmigrante armenia. Se fue de casa con 54 años, a ver mundo. Le duele la mención del genocidio.

«Abría la puerta de mi casa y ahí estaba, el monte Ararat»_MEDIA_1

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MAURICIO BERNAL

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-54 años es una edad muy avanzada para emigrar. ¿Por qué lo hizo?

-Por varias razones. Para empezar, no tenía hijos ni estaba casada, así que no tenía ese tipo de obligaciones familiares. Aunque irme significaba igualmente separarme de mis padres y de mis hermanos, y no fue fácil.

-Marcharse. Eso siempre es difícil.

-Sí. Pero no solo no había formado una familia, sino que, no sé, no tenía una casa mía, tampoco tenía una pensión… Y pensaba: qué debo hacer. Aunque probablemente lo más importante es que mientras Armenia formó parte de la Unión Soviética nunca pude viajar a Occidente, y cuando cayó el Muro y se podía no tenía dinero para hacerlo. De modo que pensé: tengo que salir a ver mundo.

-El mundo es ancho y largo. ¿Por qué acabó aquí?

-La razón por la que vine aquí fue porque una prima mía vivía y trabajaba en Sant Julià de Vilatorta. Estoy aquí gracias a que ella me ayudó al principio, cuando recién había llegado. Y estoy muy contenta de que haya sido así. Aunque hubo momentos duros.

-¿Por ejemplo?

-Cuando murieron mi padre, mi madre y mi hermano. Mi madre y mi hermano, sobre todo, porque mi padre ya venía mal. Primero murió mi padre, luego mi hermano, muy joven, con 50 años, y a los tres meses mi madre, que murió de pena. Entonces no tenía papeles y no podía salir de aquí, y no poder ir a enterrarlos fue muy duro.

-¿Se instaló en el pueblo?

-Estuve unos meses allí, sí, y me sentía muy bien, y es un pueblo muy bonito, la verdad, pero cuando salía a caminar me lo recorría en una hora, y entonces pensaba ¡pero si yo salí a ver mundo! Vine a Barcelona, pero aquí me resultó bastante difícil encontrar puesto, y al final terminé en Agramunt, donde unos amigos armenios me consiguieron un trabajo cuidando a una persona mayor.

-¿Es lo que ha hecho desde entonces?

-He cuidado a personas mayores, sí. Primero allí y luego en Barcelona. Pero ahora estoy sin trabajo. La persona a la que cuidaba acaba de morir. Ayer fue el funeral, de hecho.

-¿Ha vuelto a Armenia?

-Sí, cuando tuve papeles volví. Y otra vez fue duro, por mi familia, porque ya no estaban allí; ni mi padre, ni mi madre, ni mi hermano. Por otro lado, tuve la sensación de que, no sé, algún día Armenia se va a quedar vacía, sin nadie, sin armenios. La situación económica es cada vez peor y la gente que puede emigra a Rusia, a EEUU.

-¿Dónde nació usted, exactamente?

-En un pequeño pueblo llamado Haykavan, en la provincia de Armavir. Mi familia tenía una casa con patio y cuando yo abría la puerta, ¿sabe qué se veía? el monte Ararat. En verano, en otoño, en invierno… Alguien dijo o escribió, quizá es un poema, no recuerdo, que en invierno el monte Ararat parece un médico con su bata blanca. Es el monte sagrado que aparece en la Biblia, pero muy pocos armenios pueden ir allí.

-¿Por qué?

-Está en Turquía. Los armenios lo tenemos difícil para ir allí.

-Se cumple un siglo del genocidio. ¿Cómo vive este aniversario?

-La verdad, no puedo explicar con las bonitas palabras que podría decir en armenio lo que significa esto para mí. Mi familia vivía en Armenia oriental, y el genocidio ocurrió en la occidental, pero en la guerra por la independencia fallecieron tres hermanos de mi abuelo. Él no combatió porque era un niño, pero en esa guerra casi todos los que podían empuñar un arma fueron al frente.

-¿Qué tiene previsto hacer el día de la conmemoración?

-Voy a acudir a una manifestación frente al consulado de Turquía. Seguimos luchando para que los turcos reconozcan el genocidio.