La labor solidaria

Arrecia el debate sobre la eficacia de las caravanas humanitarias

EDWIN WINKELS
BARCELONA

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Si es por los responsables de Barcelona Acció Solidària (BAS), en noviembre volverá a salir hacia África, por décima vez, la caravana con ayuda humanitaria y una treintena de voluntarios, aunque evitando esta vez las carreteras de Mauritania. Sin embargo, en el mundo de las oenegés y, en general, en el amplio espectro de la cooperación, se cuestiona cada vez más la eficacia e idoneidad de cruzar parte de África con una llamativa caravana humanitaria de coches y camiones, además con precarias medidas de seguridad. No solo por los riesgos que corren los cooperantes, como demostró el secuestro de Alicia Gámez, Roque Pascual y Albert Vilalta, sino porque no es la mejor manera de ofrecer ayuda a la población que la necesita.

«Antes se pensaba que hacer caridad solucionaría el problema, pero ha pasado lo contrario. Llevar solo ayuda material es un obstáculo. Nosotros defendemos la cooperación, el trabajo diario en el lugar mismo, con la población local, para acabar con la pobreza y la injusticia social y política», dice Pilar Molina, vicepresidenta de la Federació Catalana d'ONG per al Desenvolupament, sin querer comentar ni criticar el caso de Barcelona Acció Solidària, que no es una de las 63 entidades adheridas a la federación.

VULNERABILIDAD / Molina sigue la tesis que a nivel internacional ya es predominante y que se basa en el llamado «análisis de vulnerabilidad y capacidad»: la ayuda humanitaria y de emergencia es necesaria en casos como las catástrofes, pero debe ser minoritaria en comparación con la cooperación al desarrollo. Este último tipo de ayuda, además, puede servir incluso para responder mejor a esas catástrofes, ya que un país más estable y menos pobre tiene más fácil recuperarse de una tragedia.

Celebrando, como todos, la liberación de Pascual y Vilalta, Luis González, de Acción contra el Hambre, cree también que «una vez terminado el secuestro debería haber una reflexión sobre cómo ir a los países en desarrollo». Su oenegé opera también en Malí y Mauritania, pero «trabajando sobre todo con la población local. Te deben ver como a un aliado, no como a un visitante esporádico».

HOSPITALES Y COLEGIOS / La oenegé Amigos de Malí empezó hace 10 años de la misma manera que Barcelona Acció Solidària, organizando caravanas a pequeños pueblos del sur del país. «Pero después de unos tres años concluimos que ese tipo de ayuda no tenía mucho efecto. Era muy ocasional y tenía poco seguimiento, poca eficacia», dice su responsable, Juan Muñoz. Ahora, esta oenegé se dedica a construir hospitales y colegios, entre muchas otras cosas. La caravana de Barcelona Acció Solidària, por cierto, también suele llevar siempre cosas necesarias para estos proyectos a largo plazo. No solo se dedica a repartir esa ayuda esporádica y tiene una oficina en Senegal.

Para la vicepresidenta de la Federació Catalana d'ONG per al Desenvolupament –en la que solo seis de las 63 entidades se dedican a la ayuda humanitaria y el resto, a la cooperación–, esa ayuda ocasional a los países en desarrollo es como «llevarles el pescado y la caña» en lugar de enseñarles a pescar. O ni eso: «Ellos nos han enseñado mucho, lo que pasa es que en el pasado los países ricos nos les dejamos nada».