Mirador

Rubalcaba o el populismo progresista

JOAQUIM COLL

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Si el debate del estado de la nación fue el pistoletazo de salida hacia las elecciones europeas, el balance para el PSOE es positivo y podría apuntalarle la victoria que señalan algunas encuestas. No porque vaya a quitar ningún voto al PP, sino porque puede despertar a una parte (pequeña) de su potencial electorado. El principal obstáculo es que nunca tan poca gente siguió el debate. Alfredo Pérez Rubalcaba gustó mucho a sus diputados, que le aplaudieron con ganas, pues sorprendió con una intervención punzante, sin papeles, mirando directamente a los ojos a Mariano Rajoy, y volvió a demostrar, como dijo Felipe González, que es «una de las mejores cabezas políticas de España». Ayer, en su fino análisis, Joan Tapia decía que «Rubalcaba disparó a matar (como Rajoy con Zapatero), pero pecó de demagogia». Es cierto, con el matiz siguiente. No es demagogia, sino más bien superación de lo que el sociólogo José L. Álvarez ha calificado como «déficit populista del progresismo».

Tendemos a darle un sentido peyorativo al populismo porque se asocia a movimientos antiparlamentarios, que están en contra de la democracia indirecta y desprecian el Estado de derecho en nombre del pueblo. En muchos casos también son fuerzas que proponen soluciones aparentemente sencillas ante problemas y realidades socioeconómicas muy complejas. Pero la lucha política e ideológica no puede darse tampoco con un exceso de circunspección o prudencia. Y los socialistas, tras el descalabro del 2011, lastrados por un profundo déficit de credibilidad, arrastrando mala conciencia por la gestión económica de Zapatero, habían caído en una desnortada cautela. En este sentido, el discurso de Rubalcaba apunta a la superación de esos complejos, ya que desarrolló por primera vez un discurso emocional, de empatía con los problemas de los ciudadanos y suficientemente agresivo con el adversario. Aceptó, pues, que algunas dosis de populismo son imprescindibles, a lo que hasta ahora se había resistido. No es una novedad en la historia del PSOE, pues González ya practicó ese lenguaje en sus mejores momentos, y mucho más descaradamente lo hizo Alfonso Guerra.

Otra cosa es si Rubalcaba concurrirá o no a las primarias previstas para finales de año. Dependerá principalmente del resultado en las europeas. Si el PSOE logra sacar la cabeza por delante del PP, se abre otro escenario, que era difícil de prever hace un año. Aunque a nadie se le escapa el lastre que supone una trayectoria política tan dilatada como la suya, Rubalcaba podría intentar convertir las primarias en una oportunidad para reinventarse, sobre todo si tiene enfrente a otros candidatos más jóvenes pero sin tanta consistencia política, dejando a parte la figura de Carme Chacón.