Mirador
A Mas se le abre una puerta
¿Por qué razón CiU presentó en las Cortes una resolución pactista tan alejada del arrebato soberanista que aprobó el Parlament a finales de enero? Porque creía que con ello ponía una trampa mortal al PSC, que no iba a ser capaz de votarla o iba a escindirse definitivamente en dos. La firmeza de Pere Navarro y la práctica unidad de los diputados socialistas catalanes ha sorprendido a Artur Mas, que nunca se ha acabado de creer que el socialismo catalán toma sus propias decisiones Ese estereotipo ya le costó un disgustó cuando, contra las promesas veladas y los deseos de José Luis Rodríguez Zapatero, se materializó el segundo tripartito que hizo a José Montilla president de la Generalitat. Mas entonces reprochó al PSC que no siguiera las instrucciones del PSOE. Ahora, la tan comentada votación no solo es positiva para Navarro, sino que también podría serlo para Mas, estratégicamente, a medio plazo. Sin quererlo se le ha abierto, si no una puerta, por lo menos una rendija, por la que podría alejarse gradualmente del maximalismo suicida de ERC.
Tras la votación de Madrid, el PSC ha regresado a ojos del soberanismo al campo catalanista. Ya se había pronunciado antes, pero solo ahora su posición favorable a la realización de una consulta es creíble para muchos. Le exigían ese bautismo de fuego, por otro lado estéril. Porque Mas sabe que el intento de separarse a la brava de España es temerario e inviable, pero que es igualmente dificilísimo llegar a un acuerdo sobre este aspecto con PP y PSOE. Estamos en un callejón sin salida. Y cuanto antes tomemos conciencia, mejor. El diagnóstico que hace Montilla en el libro en que da testigo de los cuatro años de su presidencia, Clar i català, es certero. Vamos hacia un periodo de confrontación, de guerra de posiciones, de desgaste de todos. Una situación de incertidumbre larga que añadirá más dificultades para encontrar soluciones a la crisis. Y eso solo puede arreglarse con un cambio radical de orientación política: diálogo y negociación. No es nada casual que Miquel Roca, figura todavía muy influyente aquí y allí, escribiera anteayer en La Vanguardia que, «necesitamos un gran pacto» y, añade, «que si es necesario, comporte renuncias, cambios, mea culpas y disculpas». Que la pelea no nos arregla nada, que el pacto tendrá un precio, pero que más caro e imprevisible es continuar por este derrotero.
Antes o después, Mas tendrá que reconocer que la ruptura no es el único camino, ni necesariamente el mejor. Por otro lado, este año sí toca revisar la financiación autonómica. ¿Vamos a renunciar a ello? ¿No podría intentarse de verdad un primer pacto que abra nuevos escenarios? Desde el martes, Mas ya no podrá alegar que solo puede entenderse con ERC. Sin buscarlo, CiU ha legitimado al PSC y abierto a Mas una puerta que le salve del martirio.
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