El Govern y ERC sellan su reconciliación con los presupuestos

Pere Aragonès (ERC) charla con el 'conseller' Andreu Mas-Colell, ayer.

Pere Aragonès (ERC) charla con el 'conseller' Andreu Mas-Colell, ayer.

JOSE RICO / BARCELONA

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Iban a ser, los del 2014, los últimos presupuestos del Govern de CiU que ERC se avenía a apoyar. «No volveremos a aprobar unos presupuestos autonómicos», repetía aún en noviembre pasado el líder de Esquerra, Oriol Junqueras, cuando el recambio de la consulta del 9-N había hecho añicos el acuerdo de gobernabilidad con Artur Mas. Confiaban los republicanos en que el presidente de la Generalitat se vería obligado a convocar elecciones en marzo y bastaría con prorrogar las cuentas para cumplir su palabra. Sin embargo, la finta electoral de Mas contenía una factura política que ERC comenzó a pagar ayer desdiciéndose de tan lapidaria sentencia. Esquerra empezó a retirar en el Parlament las 12 enmiendas a la totalidad que presentó a las cifras de cada departamento como mecanismo de presión a Mas. En paralelo, el partido de Junqueras trató de exprimir los frutos, todavía incipientes, de la reconciliación.

El encargado de formalizar el deshielo entre CiU y ERC fue el diputado Pere Aragonès, negociador oficial de Esquerra con el Govern para los presupuestos, quien tuvo que desplegar dotes de equilibrista para argumentar que ahora su partido sí acepta negociar unas nuevas cuentas de la Catalunya autonómica. Reconoció primero que las cifras presentadas son insuficientes para «satisfacer las necesidades económicas y sociales» del país, pero blandió a renglón seguido el acuerdo Mas-Junqueras de la pasada semana para brindar al Ejecutivo la oportunidad de mejorar los presupuestos a fin de hacerlos «menos autonómicos, más justos y más de transición nacional».

ESTRUCTURAS DE ESTADO

Estas premisas pasan, según ERC, por dos condiciones: aumentar la inversión en políticas sociales y convertir las cuentas en un esbozo de los presupuestos del Estado catalán que debería abrirse paso tras las elecciones plebiscitarias del 27 de septiembre, proporcionando recursos para las famosas «estructuras de Estado». El conseller de Presidència, Francesc Homs, no dejó margen para un posible desencuentro al garantizar la mayor predisposición del Govern a aceptar las exigencias de ERC. A la misma hora, en otra sala del Parlament y también ante Aragonès, el conseller de Economia, Andreu Mas-Colell, daba la primera muestra de esa voluntad.

Durante la intervención para defender las cuentas de su conselleria, Mas-Colell anunció que la Agència Tributària de Catalunya, uno de los pilares de las estructuras de Estado, se reforzará este año con 168 nuevas plazas de diferentes categorías, con lo que la plantilla de la Hacienda catalana crecerá en un 50%, además de ver aumentado su presupuesto en un 25%, la partida que más se incrementará en este departamento. ¿De dónde saldrá el dinero para esta inversión extra? Según Mas-Colell, «es posible que se acabe pagando por sí sola», gracias a una mejora de la eficiencia. De hecho, la Generalitat realizará a partir de ahora la recaudación ejecutiva, en vez de pagar a la Hacienda estatal para que lo haga en su nombre, informa Agustí Sala.

LA HOJA DE RUTA

Gestos como este serán los que ERC esgrima el próximo 4 de febrero, cuando tenga que dar su bendición definitiva a las cuentas del 2015. No obstante, está claro que ese desenlace no dependerá exclusivamente de la distribución de los recursos, sino también de que el Ejecutivo y CiU no bajen el pistón en la negociación de la hoja de ruta hacia la independencia que, en paralelo, ambas partes deben pactar, a priori, antes de las elecciones municipales. Al menos ese es el plazo que fijó ayer la portavoz de Esquerra, Anna Simó, a modo de advertencia frente a tentaciones dilatorias.

Por enésima vez, las prisas de ERC chocaron con los paños calientes de Unió. Tras la reunión de la dirección del partido, el secretario general democristiano, Ramon Espadaler, aseguró, pensando casi tanto en Esquerra como en su socio de federación, CDC, que lo importante «no es tanto la aceleración del calendario», sino unos acuerdos que sean «compartibles y sólidos», y sin «imposiciones». Y es que encima de la mesa negociadora no está solo el proceso hacia el Estado propio, sino también el punto programático que CiU y ERC deberán compartir cara al 27-S.