Diseñadora de Hello Kitty

Yuko Yamaguchi: «Hello Kitty nos recuerda que aún somos niños»

La gata cumple 35 años moviendo más de 4.000 millones de euros anuales. Y esta japonesa que la ha convertido en icono universal lo celebró ayer en Barcelona.

Yuko Yamaguchi.

Yuko Yamaguchi.

NÚRIA NAVARRO

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La empresa japonesa Sanrio ha construido un imperio alrededor de Hello Kitty. Comercializa 150.000 productos, de muñecas a mochilas, pasando por tostadoras, pijamas y MP3. El estoc también incluye rarezas como un automóvil Mitsubishi, una guitarra Fender Stratocaster y la flota de Eva Air, cuyos aviones están tuneados con el rosa y el logo corporativos. Esta señora, de edad indefinible, nacida en la prefectura de Kochi, es la responsable de sus armas de seducción.

–Hello Kitty es más popular que el emperador Akihito.

–¡No compare! Aunque le diré un secreto: cuando fui a firmar autógrafos a Inglaterra, la gente me dijo que le emocionaba más verme a mí que a la reina Isabel II.

–Lógico. Inexplicablemente la gata nació en Londres.

–En los años 80, a las niñas japonesas les fascinaba Alicia en el país de las maravillas –al principio se llamó Blanco Kitty, que era un gato de Alicia– e Inglaterra en general.

–Hoy, en Japón, la veneran a usted más que al atún rojo.

–Para el fan de Hello Kitty soy la persona que hace realidad sus sueños.

–¿Qué tiene la gata que gusta tanto?

–Es tan simple que queda impresa fácilmente en la memoria del niño.

–¡No tiene boca!

–Ese es otro secreto. Permite proyectar en ella tus estados de ánimo. Si estás contenta, Hello Kitty lo está.

–¿Se parece a usted?

–Al principio la vi como a una amiga. Si me hubiera pedido que subiéramos a una montaña rusa, yo subía. Pero en los años 90, la identificación fue tan grande que empezó a reflejar mis propios gustos en moda.

–¿Qué gustos son esos?

–Hello Kitty es embajadora del kawaii [en japonés, significa mono, encantador], una moda que se está extendiendo en todo el mundo. Todo empezó en aquellos años 80, cuando adopté como propio el estilo de Milk, una marca que fue el germen de todo el posterior diseño de Harajuku [el barrio más cool de Tokio], patria de las primeras lolitas góticas.

–Usted sigue luciendo un poco lolita

–Mi verdadera valentía fue salir, en aquellos años, al exterior de la tienda para la que trabajaba a repartir dibujos de Hello Kitty y a preguntar a la gente qué les gustaba de ella y qué no. Porque al principio no se vendía nada... Tenía que encontrar la clave del éxito. Fui una de las pioneras en el márketing directo, je, je.

–Hablábamos de la imagen...

–Yo creo que la moda es identidad. Promueve un sentimiento de pertenencia. Unifica a la gente.

–Eso tiene sentido.

–Y he descubierto otras cosas...

–Adelante.

–Mis padres, en vez de muñecas, me regalaban guantes y bates de béisbol y gorras de detectives, y yo jugaba a eso con los niños. Hello Kitty me permitió descubrir quién era yo realmente. Y ahora colecciono muñecas y soy una convencida de esta estética. Hello Kitty le dice al mundo que, aunque envejezcas, no debes olvidar al niño que hay en ti. Nos recuerda que aún somos niños.

–Quizá por eso gusta a los adultos en Occidente.

–Quizá. Pero el éxito en EEUU y Europa tiene otra explicación. Al principio, Hello Kitty era casi un producto de lujo. Solo los ricos tenían acceso. Así que muchos niños de los años 80 y 90 se quedaron sin. El deseo permaneció latente y ahora se la compran a sus hijos... para tenerla ellos.

–¿Encarna algún valor su criatura?

–Nació como un símbolo de amistad. Y, por tanto, representa la amabilidad y el respeto. Por otra parte, favorece los valores educativos y habla de moda.

–Entre sus fans están Paris Hilton, pero también el narco

–Son legión y a todos les doy mucho valor. Paris me vino a ver dos veces a Japón antes de ser una celebrity mundial. Ella cree en los valores de proximidad y de amistad que fomenta.

–Embelesa a Cameron Diaz, Mariah Carey, Ricky Martin...

–He tenido esa gran fortuna. Y atesoro recuerdos. Cuando Cory Aquino era presidenta de Filipinas, hizo un retrato de Kitty al óleo y me lo regaló. Creo que Kitty despierta el mismo sentimiento en una famosa que en un ama de casa o en una niña. También ocurre eso, en parte, porque el personaje no tiene edad. Siempre tendrá la que tenga o sienta tener la persona que la posea. Por eso me veo tan joven, je, je.

–Si pudiera hablar, ¿qué diría?

–A mí me suele decir que está muy contenta porque la conocen en muchos países y ha podido hacer muchos amigos. Pero yo ya le he avisado de que no quiero que se quede en un icono pop. Me gustaría hacerla cantar y actuar, convertirla en un personaje de entretenimiento completo.

–¿No se le queja?

–Nunca lo hace.

–Oiga, ¿qué tal se lleva con Doraemon?

–No se conocen. Pero sospecho que se llevarían bien. Ambos son gatos.