Peccata minuta
Votos, décimos y goles
No hemos sido buenos: los Magos nos traerán carbón
Anteayer, elecciones; ayer, el gordo; hoy, Madrid-Barça; pasado mañana, Navidad, y una semana más tarde, Año Nuevo: dos trincheras, un azar y una breve tregua hacia un año nuevo, que el refrán asocia a una nueva vida. Que así sea. Exigiría a la suerte de los balones y las bolas de los bombos que, como buenos hermanos, se repartan la tarea, ya que somos tan exponencialmente lerdos que, en caso de caer ambos premios en la misma cara de la moneda, podríamos atribuirlo al maleficio del 1-O en el fútbol o al del 155 rapeado por los niños de San Ildefonso; guarismo que, de haber salido premiado, sería una excelente excusa para tratar solo de ello en la sobremesa navideña, evitando así asuntos más turbios.
Pido a los no premiados por las urnas ni por los décimos que recurran a otro viejo y consolador proverbio, afortunado en el juego, desafortunado en amores, y que pongan de inmediato todo su amor a trabajar en la aceptación de la derrota, así como igualmente solicito a los agraciados en votos y pasta que repartan su fortuna con los que menos tienen.
La lotería de Navidad, junto a la Liga y a la Roja, han sido hasta ahora las tres grandes cohesionadoras de la unidad de España: algún indepe podía alegrarse de que un gran premio hubiese ido a parar a un barrio humilde de Extremadura, y viceversa. Además, permite a sus beneficiados disfrutar efímeramente de una dignidad económica que la política promete y suele incumplir, amén de tributar impuestos al Estado, que destinará parte de ellos a combatir la ludopatía y otras enfermedades asociadas a la desesperación humana.
En muchos aspectos existe mucha más ética en el fútbol (despachos, palcos y directivas aparte) que en la política. Primero: ambición por fichar a los mejores de verdad, sin cuñadismos. Segundo: autocrítica y aplauso al contrario; hemos oído mil veces al míster, en la rueda de prensa posterior al encuentro, afirmar que el juego de su equipo ha sido una mierda, y brillante el del adversario. Tercero: las faltas, tarjetas y expulsiones se aplican al instante y no al cabo de diez años, si bien el colegiado, presidente del Tribunal Supremo, pueda aún incurrir en flagrantes injusticias, que con la llegada del 2018 el árbitro electrónico se encargará de corregir.
Habita entre estas fechas de alto voltaje una aún no aludida: los Santos Inocentes, que conmemora la matanza de los niños menores de 2 años nacidos en Belén, ordenada por el rey Herodes I el Grande con el fin de deshacerse de un futuro enemigo. Y, pensando en ellos, nos he imaginado votando, gritando los goles, comiendo turrón y brindando por el año nuevo con un gran monigote de papel, una enorme llufa prendida de un alfiler en nuestra espalda. No hemos sido buenos: los Magos nos traerán carbón.
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