Ideas

Unas manchitas en la cara

ENRIQUE DE HÉRIZ

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Llevé a mi hijo al pediatra porque le habían aparecido unas manchitas rojas en la cara. No parecía serio, pero como mi barrio está lleno de neohippies convencidos de que las vacunas son la encarnación de todos los males del capitalismo toca prevenir una serie de enfermedades contagiosas que ya creíamos desaparecidas del mapa sanitario español.

En la sala de espera había una cría de unos cuatro años que habló un buen rato con mi hijo en algo parecido a un catalán perfecto, pese a que con su madre hablaba español. Al rato llegó la abuela, que hablaba con un marcadísimo acento porteño, como si acabara de llegar de Buenos Aires, pese a que era evidente que llevaba años aquí. Cuando por fin pasamos a consulta, y después de confirmar que lo de mi hijo no era nada, me atreví a preguntarle al pediatra por las fotos familiares que tenía encima de la mesa. Él es de origen peruano, está casado con una catalana y es probable que, por su profesión, esté muchísimo más integrado que yo en el tejido social de Barcelona. Las de las fotos, me contó, son sus hijas. Las dos con carrera universitaria completa, las dos con doctorados, tesis cum laude, másteres diversos en la cartera. Las dos buscándose la vida en el extranjero.

Dejé al crío en casa y bajé en bici a dar mis clases. A un conductor le pareció muy divertido recorrer tres manzanas pegado a mi rueda trasera tocando la bocina. Nos detuvimos en un semáforo y aproveché para explicarle que el nuevo reglamento de tráfico de la ciudad de Barcelona establece la figura del acoso al ciclista y la castiga con multas importantes. Me contestó que más caro me saldría a mí el entierro si me atropellaba. En clase faltaban tres alumnas: una por depresión aguda, dos por lesiones físicas que superarán con relativa rapidez si algún día pasan a los primeros puestos de las listas de espera. Otros dos me anunciaron que no seguirán el curso el año próximo, con el único argumento al que yo no podía dar respuesta: «No lo puedo pagar.»

Éste es el país que somos. Tiene unas manchas en la cara y nadie está seguro de si son una mera irritación pasajera o los primeros rubores de una enfermedad profunda y estructural. Acude a las urnas para diagnosticarse y sale de ellas perplejo e ilusionado por igual.