Análisis

La trampa de las expectativas soberanistas

Será largo el camino hasta que la Generalitat recobre su autonomía

ARGELIA QUERALT

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El 27 de octubre se convierte en el día más triste del régimen de la Constitución de 1978: se ha puesto de manifiesto la grave crisis constitucional en la que estamos inmersos. El Parlament, en una nueva huida hacia adelante, ha proclamado la independencia de Catalunya sin contar con el más mínimo respaldo del Estado ni de la comunidad europea. Por no contar, no cuenta ni con el respaldo mayoritario de la sociedad catalana. La nueva república democrática nace con un sustrato poco democrático.

Por otra parte, en su discurso en el Senado Mariano Rajoy no ha hecho siquiera amago de una oferta de mejora del pacto constitucional, de un relato alternativo para los que no queremos irnos, y por supuesto, tampoco para los que han decidido que se van.

Pero hoy no hay equidistancia que valga: quien ha roto con el pacto constitucional han sido 70 de los 135 diputados del Parlament. Y esta declaración va a suponer, sin solución de continuidad, la suspensión material de la autonomía de Catalunya por las medidas del  Gobierno en aplicación del 155, validadas en su gran mayoría por el Senado.

El error garrafal de Puigdemont

Esta ha sido una semana verdaderamente trepidante, en la que mientras en Madrid el Gobierno actuaba con aparente calma, en Barcelona las instituciones catalanas, y particularmente el president, iban dando tumbos según pasaban los días y las horas. Fue un error que Carles Puigdemont no asistiera a la Comisión de las Comunidades Autónomas del Senado, como nos explicaba Ana Carmona en estas mismas páginas. Pero, sin duda, el error garrafal ha sido su decisión final de no convocar unas elecciones autonómicas.

La «astucia» incorporada por Artur Mas a la hoja de ruta independentista ha llevado a Catalunya, a sus instituciones y a su autonomía política a un callejón sin salida. A estas horas, Rajoy ya ha anunciado el cese del president y sus consellers. Esta decisión quizá provoque alguna imagen desagradable, triste, con cierta violencia incluso, pero la vuelta a la «legalidad constitucional» está asegurada. La Administración se irá amoldando tanto orgánica como materialmente a las órdenes de Madrid. El Parlament también ha sido disuelto ya y las elecciones han sido convocadas por Rajoy para el 21 de diciembre.

A la espera de las reacciones

Ante este escenario, surgen varias dudas. En primer lugar, cómo reaccionará la ciudadanía, la hasta ahora movilizada que creía haber llegado a Ítaca y la que ayer vio como se le imponía la independencia de su país. En segundo lugar, cómo reaccionarán los partidos políticos independentistas, hoy soberanos, ante la convocatoria de elecciones autonómicas. Pasaremos días y semanas muy difíciles. Y me temo que será largo el camino hasta que la Generalitat recupere su autonomía, y lo peor, que la sociedad catalana tardará mucho en reconstruirse. Las élites soberanistas nos hicieron caer en la trampa de las expectativas.