La clave

¿Y si vamos a unas terceras elecciones?

JUANCHO DUMALL

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El debate del lunes empezó con una pregunta doble para los cuatro candidatos: «¿Se comprometen ustedes a realizar todos los esfuerzos para que tengamos gobierno? ¿Son capaces de garantizar que no habrá que ir de nuevo a elecciones?». Formulada la cuestión de forma tan amable (así se las ponían a Fernando VII), cada uno de los contendientes tuvo fácil presentarse como bienintencionado garante de la estabilidad y cargar la reponsabilidad en los de al lado. Dos horas y media después, cuando el show acabó, era razonable preguntarse qué mayoría podrían configurar esas cuatro formaciones para que la pelota no vuelva dentro de unos meses al tejado de los ciudadanos.

Porque pocos planteamientos han cambiado respecto a los que en los primeros días de mayo llevaron a la convocatoria de nuevas elecciones. Y eso que, a la vista de las encuestas, hay dos elementos que alteran la envenenada aritmética de escaños en el Congreso: Unidos Podemos puede situarse por delante del PSOE y la suma de escaños de los dos grupos de izquierda sería mayor que la del PP y Ciudadanos. ¿Quiere eso decir que se dan las condiciones para que haya fumata? La respuesta es no.

Cuatro preguntas

Veamos. Rajoy insiste en que debe gobernar él si es el más votado. ¿Pero con qué apoyos? Sánchez reivindica su acuerdo con Ciudadanos, que no suma, y arremete contra Podemos. ¿Es ese el camino para el pacto de izquierdas? Rivera amaga con apoyar un Gobierno del PP siempre que Rajoy desaparezaca. ¿Pero si juntos tienen menos votos que la izquierda? E Iglesias apuesta por el pacto de progreso. ¿Pero le hará presidente el PSOE?

Muchos interrogantes para dar por seguro que no volveremos a las andadas. Eso sí, en contra de una tercera llamada a las urnas hay poderosas razones: las presiones de Bruselas y de los poderes económicos; el riesgo de revuelta ciudadana o, como mínimo, de gran aumento de la desafección; el ridículo internacional, y la necesidad de los partidos de mover ficha para no pasar por culpables del fiasco. Pero, cuidado, el debate del lunes fue un ejemplo clamoroso de falta de cintura... de los cuatro.