Sin final

Fuimos capaces de tener una fecha lista para indicar el día que comenzó la crisis. Pero no lo somos para certificar el día que se terminó. ¿Fue cuando los datos del comercio comenzaron a ser positivos? ¿Fue cuando el mercado inmobiliario se movió o cuando las exportaciones repuntaron? ¿Fue cuando vimos que el paro disminuía? ¿Fue cuando decidimos que finalmente podríamos volver a hacer vacaciones o comprar una tele?

¿Y si la crisis no ha terminado? ¿Y si resulta que no es sino una crisis permanente y no coyuntural, una crisis que ha provocado el cataclismo de toda una sociedad y no una sacudida con más o menos convulsión? ¿Cómo podemos decir que la crisis ha terminado si un 28,6% de los españoles están en riesgo de exclusión social, que a duras penas pueden satisfacer las necesidades básicas, si es que las satisfacen? ¿Se acabó la crisis para los hogares (¡1.400.000!) que no tienen ningún ingreso fijo? ¿Para los jóvenes con trabajo precario, para los de mediana edad que viven el paro como una maldición bíblica?

¿Y la comida? No se trata solo de pasar hambre, sino de alimentarse en condiciones. Los pobres son más gordos porque no pueden acceder a una dieta equilibrada, que ahora ya es una cosa de ricos. Y mientras tanto, millones de toneladas derrochadas, escupidas por los supermercados, excedentes que van a la basura. Unas cifras vergonzosas e hirientes. Mucho. Sabemos el día en que comenzó todo. No tenemos una fecha para el final.