Populismo y demagogia electoral
Jesús Rivasés
Periodista
JESÚS RIVASÉS
Jean François Revel escribió que "la primera de todas las fuerzas que dirigen el mundo es la mentira". Las palabras del autor de "el conocimiento inútil" mantienen vigencia en los excesos de las campañas electorales. Goebbels, el genio nazi de la propaganda, popularizó el que "una mentira repetida adecuadamente mil veces se convierte en verdad". La frase, en realidad, es de Lenin y, a pesar de todo, "la verdad es la verdad, lo diga Agamenón o su porquero", como sentencia Mairena, en el libro que Pablo Iglesias regaló a Rajoy cuando visitó la Moncloa.
La demonización de la riqueza suele dar réditos electorales en España, a juzgar por los anuncios de la mayoría de los partidos en plena campaña. Hay excepciones, pero escasas y casi vergonzantes. La penúltima bandera, populista-demagógica, enarbolada con alborozo por izquierdistas y "socialistas de todos los partidos" que diría Hayek, es la condena y persecución de la sicavs. No es uno de los asuntos fundamentales de la campaña, pero sí paradigmático como ejemplo. Las sicavs, en el imaginario popular alimentado ignorantes y demagogos serían las sociedades que utilizan los ricos para invertir y no pagar impuestos, mejor dicho, para pagar el 1%. La idea ha sido tan repetida que, al estilo Goebbels o Lenin, aunque sea falsa, una inmensa mayoría de ciudadanos la cree cierta. Por eso, ahora casi todos los partidos anuncian medidas contra las sicavs. Incluso el PP se suma y propone endurecer los requisitos exigidos a esas sociedades y a sus partícipes. En el otro extremo, Podemos sueña con acosarlas tanto que las haría desaparecer. Mejor dicho, se irían a otra parte, otro país, y se llevarían el dinero invertido. El fisco no ganaría nada, pero los políticos sacarían pecho porque habrían embridado a los ricos.
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Las sicavs, en la práctica, gozan de un régimen fiscal similar al de los fondos de inversión, en los que casi ¡siete millones! de españoles tienen invertidos más de 260.000 millones de euros, repartidos en pequeñas participaciones. Los partícipes de esos fondos -la mayoría pequeños y medianos ahorradores- solo tributan cuando venden sus participaciones con plusvalías. Mientras mantienen su dinero en el fondo -el objetivo es fomentar ahorro e inversión-, aunque tengan beneficios latentes y el fondo gane, no tributan. Lo mismo ocurre con esos ricos que tienen sicavs, que deben rendir cuentas al fisco cuando materializan sus beneficios, como cualquier otro inversor. ¿Cuál es la ventaja entonces de una sicavs? La sicav permite una gestión de la inversión más directa y personalizada que un fondo, a cambio de un coste. Hay sicavs en todos los países y las españolas son, además, las que tienen unas condiciones más exigentes. "La verdad es la verdad" y, por mucho que se repita, una mentira no se convierte en verdad, incluso tiempos electorales, aunque la mentira dirija el mundo, porque, como decía Kipling, "la verdad no suele gustar a las muchedumbres", que también votan. No es una provocación, es la realidad. Y quien dice sicavs puede decir otras muchas propuestas.
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