AL CONTRATAQUE
Patriotismo y vergüenza ajena
No dudan en airear su nacionalismo de piedra picada, pero luego los nacionalistas siempre son los otros
Jordi Puntí
Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.
JORDI PUNTÍ
A veces la vergüenza ajena va más rápida y decide por ti, se impone al pensamiento. Me viene a la memoria el recuerdo de un verano de principios de los 90. Fui de vacaciones a Praga, que entonces estaba de moda. Una noche, después de la cena, nos acercamos a la plaza de la Ciudad Vieja para tomar el fresco. Majestuosa, se reunían allí cientos de turistas de todo el mundo. Gente que paseaba, gente que tomaba cerveza en las terrazas. De repente, un grupo de chicos sentados en el suelo, en mitad de la plaza, se puso a gritar: "¡Indurain, Indurain, Indurain!" Ese verano el ciclista vasco había ganado el Tour de Francia. Más gente se acercó al grupo. Alguien sacó una bandera española y al rato alternaron los vítores a favor del Indurain con los gritos de España, España, España. La vergüenza ajena decidió por mí y me fui de allí.
España, España
La siguiente noche volvimos y la comedia se repitió con el mismo guión. El grupo de turistas disfrutaba haciendo saber al mundo que era españoles y estaban contentos. Más allá de un campo de fútbol o de la celebración deportiva, no he visto nunca que la gente de otros países se entregue a ese tipo de combustiones espontáneas. Los italianos que pasan sus vacaciones en Barcelona no se juntan en la plaza de Sant Jaume para gritar Italia, Italia, Italia. En cambio, no me resulta difícil imaginar a grupos de turistas españoles por el mundo que, durante los Juegos de Río, se han entregado a esas efusiones.
Hablando de los Juegos, precisamente, seguí la primera semana de competición en Londres, por la tele, y luego la segunda semana por TVE. Las diferencias eran monumentales. Los locutores de la BBC se centraban en describir el juego, a hacerlo emocionante con sus adjetivos, y solo ocasionalmente se referían al origen británico del deportista. En cambio, los locutores de TVE eran pésimos, la información escasa y mala, y toda la emoción surgía de destacar el éxito como españoles, el orgullo que aportarían a su país. (En la misma línea, también me parece ridículo el esfuerzo de TV-3 por subrayar que la mayoría de estos deportistas eran catalanes).
A muchos españoles todo esto les parece normalísimo, me refiero a la exhibición sentimental patriótica, y los partidos de derechas le sacan su jugo. Ya sea para insuflar el fuego, como Ciudadanos con la pantalla de plaza Catalunya, ya sea para tapar las miserias del gobierno, como ha hecho repetidamente Mariano Rajoy con los éxitos de la selección española de fútbol. Pero lo cierto es que no es nada normal. A veces pienso que este patriotismo español, desacomplejado, ridículo, que da vergüenza ajena, les lleva a vivir en una burbuja de irrealidad. No dudan en airear su nacionalismo de piedra picada, pero luego los nacionalistas siempre son los otros.
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