Editorial

La nueva cita con el Mobile

El congreso volverá a poner a Barcelona en el centro mundial de la vertiginosa revolución tecnológica en marcha

Presentación del Mobile World Congress 2017 en Barcelona.

Presentación del Mobile World Congress 2017 en Barcelona. / periodico

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Un año más, y esta continuidad no es un detalle menor, Barcelona volverá a ser la gran capital mundial de la telefonía móvil y un privilegiado escaparate de los últimos y vertiginosos avances tecnológicos que revolucionan nuestras relaciones cotidianas. Llega el Mobile World Congress (MWC) envuelto en cifras de impacto: 2.200 expositores, 160 delegaciones oficiales y una previsión de visitantes, llegados de más de 200 países, que a buen seguro superarán los 101.000 registrados el año pasado. Las previsiones señalan que el congreso tendrá un beneficio económico de unos 465 millones de euros en Catalunya y creará 13.200 puestos de trabajo que, aunque temporales, no dejan de ser un alivio en los tiempos deprimidos de nuestro mercado laboral.

Pero la relevancia de la gran cita tecnológica barcelonesa no solo se mide por el volumen de sus cifras. Desde su llegada en el 2006, el beneficio del MWC trasciende los estrictos límites de sus cuatros días de puertas abiertas en las instalaciones de la Fira, porque su sombra se extiende durante todo el año gracias a la actividad inducida que acompaña al encuentro, liderada por el Mobile World Capital. El abanico temático de las tecnologías que se exhiben es cada año más amplio y va más allá del omnipresente teléfono móvil, aunque este sea su fuerza motriz. Los debates y negocios que se fraguan en el MWC no solo implican a los grandes operadores mundiales de la telefonía y de internet, sino que ayudan también al desarrollo de muchas pequeñas compañías tecnológicas impulsadas por colectivos de emprendedores del campo de la innovación en sectores de la economía productiva y de los servicios sociales.

El Mobile pondrá otra vez a Barcelona bajo los focos mundiales y la respuesta deberá estar en consonancia. La responsabilidad colectiva habrá de evitar, por ejemplo, conflictos como el que el año pasado afectó al servicio de metro y que enturbió la imagen organizativa de los anfitriones, aunque no lo suficiente como para frustrar la firma de un pacto de continuidad hasta el 2023. Sería, sin embargo, un error caer en la autocomplacencia por los logros alcanzados, tanto como restar importancia a la cita por  lo rutinaria que nos pueda parecer. Grandes ciudades del mundo están al acecho por si la apuesta barcelonesa desfallece.