Dos miradas

Motor y sexo

Poco a poco, se instala la necesidad de hacer frente a una práctica, la de las azafatas, que alcanza la máxima degradación con los deportes de motor

Azafatas, en el Mundial de motociclismo

Azafatas, en el Mundial de motociclismo / periodico

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Hoy nos resulta extraño e injuriante que un par de señoritas, con risa forzada, suban a lo alto del podio con un ramo de flores y un trofeo para el ganador. Por eso es loable lo que hicieron en Australia, en una carrera ciclista (cambiar señoritas para señoritos, como ejemplo de la insensatez machista), o como ocurrió en la Volta a Catalunya: se sustituyeron las chicas por el 'hereu' y la 'pubilla' locales o por cabezudos del pueblo donde estaba situada la meta final de la etapa. Poco a poco, se instala la necesidad de hacer frente a una práctica que, en el caso de los deportes de motor, alcanza la máxima degradación, sin olvidar las azafatas del tenis que tienen que pasar frío porque es obligatorio enseñar la pierna, vestidas de amarillo-tónica.

En los grandes premios de motociclismo y de Fórmula Uno sigue habiendo mujeres que aguantan el paraguas con trajes de anuncio de perfume y chicas que tienen que dejar que las rocíen con champán porque bien que los hombres han de celebrar la victoria. Este fin de semana hay una competición de coches en Montmeló, y pronto habrá una de motos. Y resulta que el Circuit de Catalunya es una sociedad con una participación mayoritaria de la Generalitatparticipación mayoritaria de la Generalitat que, además, asume las pérdidas millonarias que tiene. Si las leyes musulmanas no toleran la celebraciones con alcohol, ¿no se debería aplicar aquí la ley 17/2015 que prohíbe explícitamente la exhibición de personas «como meros objetos sexuales»