La rueda

Mas, tan claro como el agua

JORDI MERCADER

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El president Mas es un equilibrista de la palabra. Esta habilidad le sirve para ir ganando tiempo hasta el día D, que no es el 9-N -que solo será un domingo cualquiera- sino el día de la comparecencia solemne para explicar el famoso plan. No tengo ninguna duda: solo tiene un plan. El miércoles, en Madrid, en la enésima pregunta sobre la cuestión lo dijo en román paladino. «El plan es resolver este tema votando y tiene fases... El fracaso del 9-N es solo una fase».

La no celebración de la consulta está descontada, pero es imprescindible como fase de multiplicación del cabreo nacionalista para intentar salvar las elecciones calificadas de plebiscitarias, el auténtico objetivo de Mas y el único que está a su alcance realmente. Se votará, será legal y se abrirá una nueva fase para encontrar una solución a las aspiraciones legítimas de Catalunya, pero sin calendario y sin tricentenarios creativos.

La gracia de Mas es la combinación intencionada de «votar», «consulta» (que aún no ha convocado) y «elecciones». En este totum revolutum cada uno es libre de interpretar lo que convenga, y para su suerte la mayoría siempre interpreta votar como sinónimo exclusivo de consulta. Pero el día de la comparecencia el verbo adquirirá la solemnidad de las elecciones autonómicas, de las que saldrá como padre de la patria o como fracasado.

El plan exige no hablar claro hasta la consumación de la última afrenta del Estado, anunciada por activa y por pasiva pero no comunicada, porque a día de hoy no hay decisión contra la que pronunciarse. Las declaraciones parlamentarias recurridas son solo humo. Falta un decreto. Tácticamente, es de diez; estratégicamente, puede ser un descalabro nacional. ¿Cómo reaccionarán los convencidos de la independencia exprés ante el anuncio de la vuelta al realismo?