Gente corriente

Maite Bertrán: «El primer día al volante tuve un ataque de pánico»

Camionera. Esta mujer de acero lleva 14 metros de vehículo cargado de materia peligrosa. Es de las pocas.

«El primer día al volante tuve un ataque de pánico»_MEDIA_1

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NÚRIA NAVARRO

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Maite Bertrán (Aix-en-Provence, 1961) conduce un Mercedes Actros 1846 que da pavor: 40.000 kilos, con carga de gas natural licuado, a 160º bajo cero. Materia peligrosa la que lleva. Aunque no más que la que tuvo que soportar en el pasado...

-¿Qué hace usted llevando un camión de 14 metros?

-Hace nueve años conocí a mi actual pareja, camionero de oficio. A él le hacía gracia que le acompañara en algún viaje, pero está prohibido llevar a un acompañante sin un contrato ni el permiso adecuado. Me propuso sacármelo y acepté.

-¡Será un permiso como el requerido para llevar el Halcón Milenario!

-Es un carnet especial, el ADR. Me lo saqué y el primer día que me quedé sola al volante de aquelpepinotuve un ataque de pánico. Mi pareja me había dicho que iría delante de mí con el coche, pero desapareció. Le llamé y su móvil sonó dentro del camión. Rompí a llorar. Pero solo fue el primer día. Ahora me encanta.

-¿Qué tiene de encantador?

-Le seré sincera: el mundo del camión es aún muy masculino, así que cuando ven a una mujer -sobre todo si es una mujer que no encaja en el estereotipo decamionera- les hace mucha gracia y te ayudan en lo que haga falta. Siempre.

-Menos mal. Cabía pensar que le harían pasar las de Caín.

-No, no. Cuando no conocía el mundo del camión, lo relacionaba con hombres barrigudos, borrachos y, digamos, de moral distraída. Era impensable verme ahí. Pero la realidad no tiene nada que ver.

-Alguna cosa le dirán.

-Dicen que soy valiente, que tengo «muchos huevos». Pero creo que cualquiera puede hacer este trabajo.

-Pocas mujeres hay.

-Tan pocas que incluso he creado una página web (www.elclubdelacamionera.com) para ver si contacto con otras colegas. Y está muerta de risa. Lo cierto es que los horarios del camión concilian mal con el de los niños pequeños.

-¿Usted no tiene hijos?

-Sí, pero ya tienen 32 y 31 años. Incluso tengo dos nietas y otras dos están en camino.

-Muy joven para todo ese clan, ¿no?

-Me quedé embarazada del primer hijo a los 16 años. Yo estudiaba segundo de BUP, conocí a un sudamericano y tuve al bebé. Un año después nació el segundo y nos mudamos a Venezuela. Me fui feliz y contenta, pero una vez allí empezaron los malos tratos.

-¿Aquí no había notado nada?

-No. A los tres años de vivir aquel infierno, le dije a mi marido que me iba un momento a la farmacia y me fugué con los niños. Entonces no había leyes que lo impidieran. Nunca más he sabido de él.

-Menudo trance.

-Me costó años superar mi pasado y estabilizarme. Al llegar a Terrassa, gente que me conocía dejó de dirigirme la palabra al saber que estaba separada. Además, en 1983 se atravesaba también una gran crisis...

-¿Cómo se las ingenió?

-Entré en la AEG, a montar motores. Empecé en la sección de las mujeres, hasta que un día me llevaron a la de los hombres.

-¿Y eso?

-Cuantos más motores montabas, más primas cobrabas. Yo tenía mucha agilidad con las manos y dos hijos que alimentar. Mientras los otros montaban 10, yo podía hacer 20 o 25. Estuve 14 años en la empresa.

-Montó motores, transporta gas...

-El líquido viaja dentro de dos cisternas, una dentro de otra. Si sigues las pautas de seguridad, no reviste mayor peligro.

-¿Y con los colegas? ¿Hay que seguir unas pautas de seguridad?

-(Ríe) Cuando alguien ha intentado pasarse de la raya, he sabido manejar la situación con humor. Comprenderá que una vez superado lo que tuve que superar, el resto todo me parece un paseo.

-Por si acaso, llevará un san Cristóbal, los dados de la suerte...

-No. Las cosas que me acompañan las llevo en el centro del pecho. Me considero una afortunada, porque por fin vivo la vida que quiero.

-Encima, en la cabina, a tres metros del suelo, se sentirá poderosa.

-Da una cierta sensación de poder, sí, pero es más ficticio que real. Lo real es que te tiene que gustar la soledad, porque haces 3.000 kilómetros a la semana sola. A mí la soledad, el silencio y la libertad me gustan. Las necesito como el aire que respiro.