PEQUEÑO OBSERVATORIO

La lucha de los nervios con la lucidez

¿Qué haríamos, qué masa pasiva seríamos sin recibir una continua estimulación?

Exfoliar la piel con aceite de coco

Exfoliar la piel con aceite de coco / periodico

JOSEP MARIA ESPINÀS

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Seguramente muchos lectores de este diario han dado, o han recibido, este consejo alguna vez:  "¡Relájate, hombre!". Y también "¡relájate, mujer!". Tenemos unos nervios extraordinariamente poderosos y útiles. Son unas fibras en forma de cordón que ponen en contacto nuestros centros nerviosos. Centros que tienen la importantísima función de transmitir sensaciones e impulsos. ¿Qué haríamos, qué masa pasiva seríamos sin recibir a través de los nervios una continua estimulación?

Los nervios son nuestros amigos movilizadores, porque sin ellos seríamos tan insensibles como una piedra. "Me voy a estirar las piernas", decimos, después de un largo rato de pasividad. Parece una metáfora. Cómo lo es aquella expresión tan popular que usamos cuando alguien no para de criticarnos: "Afloja, chico". ¿Qué tiene que aflojar?, pienso. ¿La tensión, la excitación excesiva? Cuando pasa esto, acostumbramos a decir que esa persona "ha perdido los nervios". 

TRABAJO CONSTANTE

Los nervios nunca se aburren, trabajan constantemente, casi siempre de una manera discreta. Están perfectamente organizados y se reparten los papeles. No se aburren nunca, porque mientras estamos vivos nuestro cuerpo y nuestros gestos les dan mucho trabajo. Lástima que no siempre sabemos ofrecer a nuestros nervios el tiempo de relajación que necesitan.

No es la supuesta serenidad que practican algunos representantes de la política española, porque están impulsados por una serie de decisiones más pasionales que sabias. He sugerido, al comienzo de este artículo, que relajarse no parece, en principio, ni ganar ni perder. Solo –y esto me parece importante– un medida que tenemos para poder observar serenamente una situación. Con la necesaria objetividad. Pienso que es útil tener un hábito relajante antes de irse a dormir. 

El mío no es nada glorioso: intentar resolver unos crucigramas. Cuando me encallo, a la cama