Pequeño observatorio

Los cafés fueron mis cómplices

De joven escribí unas cuantas novelas por las noches acompañado de una taza a veces intacta

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JOSEP MARIA ESPINÀS

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Yo soy un moderado bebedor de café, raramente paso de uno al día. Incluso me parece que eso de beber un café es exagerado. Se bebe agua, se bebe vino, se bebe coca-cola. Una taza de café es tradicionalmente pequeña y su contenido de café es escaso.

Me parece que hemos resuelto este pequeño problema de una manera muy sencilla cuando sugerimos a un amigo al que no habíamos visto desde hacía tiempo «¿vamos a tomar un café?» o «anem a fer un cafè?» . En catalán, con el verbo fer simplificamos muchas acciones. «Aquest noi em fa pena» (en castellano, da). «Amb aquest vestit fa riure» (en castellano, da). «Llevar-me em fa mandra» (en castellano, da). Podríamos decir que los catalanes son partidarios de hacer cosas. Históricamente es así, pero dejémoslo aquí.

Lo que quería decir es que no soy cafetómano. En tiempos de la Nova Cançó conocí a un chico que se tomaba siete u ocho cada día. Ignoro la causa de la adicción, tal vez es una versión cafetera del aviso castellano: «En el rascar, todo es empezar». Dolors Novell ha hablado del café en este diario, como gerente de una empresa. Cuenta la revolución que ha supuesto la aparición de las cápsulas de café, que hacen competencia a la hostelería. Más de una vez me han dicho en la radio y en la televisión que debería esperar un poco. «¿Quiere tomar un cafelito?».

El café ha sido también un local para que se pudieran reunir artistas y escritores en unos años en que las tertulias eran una demostración de que la gente de letras no iba tan ajetreada como hoy. En las tertulias se hacían públicas noticias y opiniones, y los periodistas sacaban provecho de ello. Yo escribí, de joven, unas cuantas novelas en  los cafés. Me instalaba en un rincón, con unos cuantos folios y un bolígrafo. Nadie me conocía. Los clientes noctámbulos no eran gritones, y solo me llegaba un vago ruido que quizá me ayudaba a mantenerme despierto. Y más de una vez, alzando los ojos del papel, me di cuenta de que mi café seguía intacto y ya estaba frío.