La clave

La mano blanca del Barça

ENRIC HERNÀNDEZ

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Las falsas noticias sobre dopaje en el vestuario azulgrana, la causa contra Leo Messi y su padre por delito fiscal, la pronta actuación judicial en el caso Neymar, el expediente de Bruselas contra los clubs que, como el FC Barcelona, no han querido transformarse en sociedades anónimas y, en última instancia, la sanción de la FIFA, que de no prosperar el recurso congelará la plantilla del primer equipo hasta el verano del 2015. Ante tal cúmulo de adversidades, bien que de dispar procedencia, no sorprende que la junta de Josep Maria Bartomeu hable ya abiertamente de la existencia de una mano negra que mueve los hilos para desestabilizar al club. Mano negra... o blanca, se malician algunos, sin aportar por ahora evidencias que sustenten sus sospechas.

Desde que la FIFA reformó su reglamento en el 2009 para proteger a los futbolistas menores de edad frente a los desaprensivos que tratan de lucrarse a costa de sus esperanzas, el modelo de La Masia, clave en la progresión futbolística del Barça, entró en serio peligro. Al no poder esquivar este torpedo en la línea de flotación azulgrana, el club optó por sortear su cumplimiento. Con argumentos jurídicos o con triquiñuelas legales, según se vea, pero con innegable riesgo de sanción. Hace más de un año, al prohibirle la FIFA la alineación de varios adolescentes, las alarmas del club debieron haber saltado. O se minimizó la amenaza de sanción, o no se hallaron resquicios legales para abortarla. En todo caso, alguien no hizo bien su trabajo.

La aparente desproporción del castigo, que no se limita a la multa económica sino que maniata al club en el mercado de fichajes, justifica la irritación de Bartomeu. Y la antes enunciada acumulación de contrariedades alimenta las sospechas sobre un oscuro complot contra el mejor Barça en décadas.

Los indicios, sin demora

¿Quién presentó la denuncia anónima que motivó esta sanción? ¿Quién instigó en la sombra el caso Neymar? Si, como insinúa su entorno, la directiva tiene indicios que salpican a un club rival, debería desvelarlos sin demora. Si no, los lamentos serán en vano y el añejo victimismo volverá a adueñarse del nuevo (o del viejo) Camp Nou.