Análisis

La ley inmutable de Leo Messi

ERNEST FOLCH

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No hay antídoto posible contra el dios del fútbol. El Madrid estaba ante la oportunidad histórica de certificar el anunciado cambio de ciclo, pero deberá esperar simplemente porque así lo decidió una divinidad llamada Leo Messi. Solo los elegidos deciden cuándo llega la hora, y el pequeño diez del Barça levantó ayer solemnemente la mano para avisarnos de que el destino deberá esperar: en el Olimpo del fútbol todavía se hace lo que Leo dispone.

Fue un partido memorable, no apto para medianías, en el que se iban disparando fogonazos cruzados un inversemblante elenco de estrellas. Hubo destellos espectaculares de Bale, arrancadas temibles de Di María, pausas solemnes de Busquets y por supuesto bailes prodigiosos de este Iniesta que ya es el amo indiscutible del juego azulgrana.

En el intercambio espectacular de balas que vimos anoche hubo algún jugador que no superó la prueba y que quedó especialmente mal parado, como Neymar, que estuvo perdido y fuera del partido hasta la jugada del 3 a 3 y especialmente Cristiano, que volvió a ejercer de Salieri ante el recital de gran Mozart, definitivamente su gran cruz.

La ventaja de un partido como el de ayer es que se ponen todas las cartas encima de la mesa y la verdad ya no puede esconderse. Y el veredicto no dejó ayer lugar a dudas: por muchos balones de oro que se rifen, solo hay espacio para un número uno. En el minuto 6 de partido, cuando todo el mundo se preguntaba hacia dónde iba el partido, Messi ya había decidido la suerte del juego: El diez cortó la defensa del Madrid con la misma suavidad que un cuchillo caliente atraviesa un bloque de mantequilla, y le sirvió a Andrés Iniesta una diagonal en bandeja para que rematara a placer. Tras las dos embestidas de Benzema, se sacó de la chistera una jugada imposible dentro del área, y seccionó definitivamente el Madrid con un pase estratosférico que terminó en penalti y expulsión.

A todo este recital le quedaba el momento simbólico para la historia. En el penalti que forzó Iniesta tras una danza que retrató a Xabi Alonso, Messi lanzó seco y colocado el trallazo final que sentenciaba el partido. Se fue a la banda, se agarró el escudo y lo besó repetidamente, mirando a los ojos a la afición del rival de toda la vida.

Quédense con este gesto para la historia: en feudo rival, tras un hat-trick y una actuación apoteósica, Messi rompe su serenidad y besa el escudo del club que un día, cuando era niño, le salvó su carrera. Era un mensaje para todos, para los que han dudado de su talento, para los que le han colocado fuera del club y para los que le escatiman la renovación. Messi lanzó ayer una advertencia severa: en este juego que tantos ven pero tan pocos comprenden, solo hay una ley infalible e inmutable. Es la ley de Leo Messi.