Y además había luna llena

JORDI PUNTÍ

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Se habla poco de Monchi. Quien dice esto es mi mejor amigo culé. Bueno, es realidad es mi camiseta del Barça, mi otro yo, con la cual mantengo largos diálogos futbolísticos. Se trata del jersey azulgrana de mi infancia, con el 6 de Neeskens a la espalda, descolorido, y cuelga en mi armario junto a mis mejores galas: un traje de mil rayas, una guayabera, la camiseta de los All Blacks. A la espera de que hoy la saque a bailar, mi camiseta del Barça y yo charlamos para matar el tiempo.

Son las seis de la tarde, llueve en Barcelona y quedan más de tres horas para el partido. Aunque la final empiece en un hora tan poco europea, mi vieja camiseta y yo estamos de acuerdo en que los mandamases del futbol han planeado bien el calendario. Tras decidirse el campeón en todas las ligas importantes, este fin de semana era el de las finales de copa. Hay una armonía no escrita en el ritmo creciente con que se celebraron: el viernes el Benfica ganó en Portugal, y el sábado llegaron los otros campeones: Manchester United, Bayern de Múnich, Paris St Germain, Juventus. ¿Te has fijado?, le digo a mi camiseta, excepto el Manchester, todos los campeones de ayer han hecho doblete con la Liga. Creo que esto nos convierte en favoritos, ¿no?

EL ARTE DE COLECCIONAR CROMOS

Por toda respuesta, mi camiseta insiste: se habla poco de Monchi. Y al final yo le doy la razón. Monchi, eterno portero suplente, subdirector deportivo del Sevilla CF, tiene desde hace años mi admiración por dominar como nadie el arte de coleccionar cromos. Su trabajo como ojeador y su pasión por el futbolista desconocido le ha convertido en un gran descubridor de diamantes (aunque también de algunas falsificaciones). Desde el 2002, la lista de sus fichajes es impresionante: Julio BaptistaPoulsenKanouté, Luis FabianoPerotti... Por no hablar de los nombres de la historia reciente del Barça que salieron en su día del álbum del Sevilla: Keita, Adriano, Alves, Rakitic, Aleix Vidal...

Cuando empieza el partido, mi amigo repasa os cromos que Monchi se ha inventado para la última hornada y que han ganado títulos: Gameiro, Vitolo, Carriço, Coke, Konoplyanka... Con tantos nombres me entra el canguelo, una sensación que se actualiza cuando empieza el partido. Pasan los minutos y da la impresión de que el Sevilla todavía está jugando con la intensidad de la final de la Europa League contra el Liverpool. Cansados no parecen. En cuanto al Barça, ganamos en las estadística de resbalones y poco más. Solo Messi y algunas ráfagas de Iniesta consiguen romper la sensación de partido plano. Poco después, cuando Mascherano se gana la expulsión, reviso definitivamente nuestra condición de favoritos, pero mi camiseta, que tiene más memoria, apela a la famosa frase de Helenio Herrera: “Con diez se juega mejor”. No se lo cree nadie, le respondo, ya no.

ÉPICA EN LA PRÓRROGA

El Barça no sabe ganar con épica, nos decimos, pero empieza la segunda parte, la megafonía del Calderón sigue sonando con más decibelios que en el concierto de Bruce Springsteen, y va y se lesiona Luis Suárez. A ver, la épica reclama orgullo, fe ciega y luchar contra los elementos, y parece que hoy se dan las condiciones. Iniesta pone el orgullo con una exhibición de fútbol; el público anima y agita las 'estelades' con una fe incombustible y el árbitro aporta los elementos aciagos: ignora una y otra vez las faltas reiteradas del Sevilla. Ay, y hay luna llena. Llegamos al final del partido a trompicones, que sí que no, y la prórroga pone al Barça definitivamente en modo Epic Time. Con Banega también expulsado, el cansancio se equilibra y entonces Messi juega como siempre. Asistencia y gol de Alba. Pasan más minutos eternos, el césped pesa, y al final la sentencia con gol de Neymar. Los jugadores están agotados, pero mientras corre y celebra su gol, el brasileño grita: “Acabou! Acabou!”. El Barça tuvo la última palabra.