Gràcia se dispone a celebrar su fiesta

La 'vila' es un microcosmos que mantiene la personalidad cuando la globalización conduce a la uniformización

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Mercè aparte, y sin desmerecer a las demás, la fiesta mayor que más destaca en Barcelona es de largo la de Gràcia, que esta tarde empieza oficialmente con un pregón de la popular y polifacética Imma Sust. Situada en el ecuador de agosto, cuando buena parte de los barceloneses están de vacaciones fuera de la ciudad, la celebración graciense se alza desde el siglo pasado como la gran referencia lúdica del verano en la capital catalana. Llama mucho la atención que, pese a los enormes cambios de hábitos registrados en las últimas décadas en la sociedad en general y en Barcelona en particular, las fiestas de Gràcia hayan mantenido una vitalidad que se ha transmitido de generación en generación. La manifestación más clara de ese empuje colectivo -y a la vez reivindicación de lo propio- es el concurso de decorados callejeros, una singular manifestación de artesanía popular.

Gràcia es un microcosmos con mucha variedad y personalidad, reflejada en el enjambre de entidades, talleres, tiendas y asociaciones que se desparraman por ella y que hacen que conserve una identidad que en otras partes de Barcelona ha ido retrocediendo ante el avance de la uniformización que implica la globalización. Los gracienses están orgullosos de serlo, lo que no es contradictorio con su apertura a otras culturas, que se demuestra con la perfecta integración en el barrio de los numerosos ciudadanos de otros países que se han instalado en él atraídos por su magnetismo. De alguna forma, y aun a riesgo de simplificar, Gràcia es un ejemplo de lo que debería ser Barcelona: brazos abiertos a los foráneos -y en primer lugar el turismo y el beneficio económico que implica- pero evitando excesos que conduzcan a los ciudadanos a la sensación de formar parte de un parque temático cuyos beneficios disfrutan otros. Gràcia tiene nervio suficiente como para que ese riesgo no aparezca de momento en el horizonte.

Superados ya los años en que los incidentes provocados por unos cuantos incívicos con exceso de alcohol adulteraban la naturaleza de las fiestas, es de esperar que esta vez la antaño vila disfrute de ellas sin sobresaltos. El programa, como siempre, está pensado por y para los vecinos, origen y final de una celebración en la que todos tienen cabida y que debe seguir siendo referente. Larga vida a las fiestas de Gràcia.